Cuando el firme, horizontal, es sinónimo de vida. Cuando un alpinista
solo puede concentrarse en abandonar la verticalidad para regresar de
un viaje como el que acaban de acometer Alberto Iñurategi, Mikel Zabalza
y Juan Vallejo, hay frases que conceden todo el sentido al término
compromiso: "¡Buff! no se pueden hacer muchas de éstas si quieres llegar
a viejo ¿eh?". Zabalza soltó esta reflexión ayer por la tarde, cuando
supo que, esta vez también, escaparían de una montaña. El Nuptse en este
caso. Antes, durante horas de huida, no lo tuvo tan claro: cuando un
resbalón asegura el fin, cada paso es un gesto de supervivencia, un
agotador ejercicio en el que la cabeza solo atiende a mecanismos
básicos: un pie, otro pie, un piolet, el otro y así durante horas.
El Nuptse es la montaña que custodia el Everest, una suerte de
hermana menor de 7.861 metros, tan estética como eclipsada por el techo
del mundo. Solo los grandes alpinistas tienen ojos para un objetivo tan
complejo como fuera de foco, solo tipos como Iñurrategi, Zabalza y
Vallejo pueden plantarse a los pies de la pared sur del Nuptse y aspirar
a conquistarla de nuevo, con los medios del siglo XXI. Por increíble
que parezca, nadie ha hollado la cima principal del Nuptse, desde su
vertiente sur, desde que lo hiciera una expedición compuesta por
escaladores británicos y nepalíes en 1961, casi en la prehistoria del himalayismo.
“La ruta británica de la cara sur del Nuptse es una de las más bellas
que haya recorrido en mi vida y haber tenido la posibilidad de
escalarla es algo que no se me olvidará fácilmente. Pero a veces estas
derrotas valen mucho más que otro tipo de victorias, y el simple hecho
de que una ruta tan magnífica como esta no haya sido repetida en los
casi cincuenta años de vida con los que cuenta, puede que no sea debido a
la casualidad, precisamente”, analiza Vallejo apenas unas horas después
de un intento a cara de perro que les colocó apenas a 160 metros de la
cumbre… custodiada por ráfagas de viento de 80 km/h que, literalmente,
les desalojó del lugar. Invirtieron 14 horas en escalar y desescalar 600
metros de desnivel, lo que ilustra perfectamente las dificultades
técnicas que hallaron a su paso. Ya en la tienda, no pudieron siquiera
hidratarse: pasaron la noche a 7.100 metros con lo puesto y al día
siguiente emprendieron el largo e incierto camino hacia el campo base.
En 1961, uno de los afortunados en la cima, Chris Bonington,
figuraría a posteriori en la conquista de otras paredes sur tan
impresionantes como las del Ogro o la del Annapurna, colocando al
alpinismo británico en la vanguardia de una actividad que el ochomilismo
de colección ha marginado. El trío de la expedición Naturgas/BBK se
siente deudor del ejemplo británico, igual que todo aquel que entienda
el alpinismo como un terreno de expresión en el que se apuesta muy
fuerte, con mucho que perder y nada tangible que ganar. Es puro
romanticismo, tan solo la fidelidad para con una pasión, el deseo de no
traicionar una ética que unos revelaron hace décadas y otros siguen
asumiendo como un bien a preservar.
Si hace medio siglo la sur del Nuptse fue vencida por asedio (muchos
hombres trabajando por turnos en su pared, medios generosos, cantidad de
campos fijos y semanas arriba y abajo), ahora Iñurrategi, Vallejo y
Zabalza habían asumido que solo aportarían algo si escalaban la pared en
estilo alpino, de la forma más limpia, rápida y audaz posible. Sin red.
Entendiendo que una vez superasen el punto de no retorno sólo
dependerían de sus fuerzas, de la claridad de sus ideas y de su técnica
para enjugar los peligros que esconde una pared (enorme) de estas
características.
El estilo alpino se explica de forma bien sencilla: adentrarse en una
pared de más de 2.000 metros de desnivel con lo necesario para escalar,
dormir y alimentarse. Todo va en el arnés y la mochila: el peso
controlado al gramo, sacrificando muchas veces elementos de seguridad
para (y es una paradoja), avanzar más rápido y ganar en seguridad.
Porque, aquí más que en otras paredes del mundo, la velocidad es
seguridad. “A veces llevamos una cuerda tan fina, para que pese poco,
que la miro y me da la risa”, confiesa Zabalza.
“Lo cierto es que esta ruta nos ha exigido mucho más de lo que
inicialmente hubiéramos esperado: aristas afiladísimas, secciones mixtas
delicadas y pendientes de nieve de vértigo. Después de haberlo dado
todo, el hecho de no haber concluido con la cumbre, no puede calificarse
desde nuestro punto de vista como una derrota, sino como un resultado
más que posible dentro de lo ambicioso del proyecto”, observa Vallejo.
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