domingo, 21 de octubre de 2012

Cerrejón sostenible

Con una sensación térmica de 44 grados recorrer el Cerrejón no parece la mejor de las ideas.

Una procesión incesante de carrotanques con agua más polímero riega las vías para evitar que las gigantescas volquetas de 190 y más toneladas y los vehículos de ingenieros y técnicos alboroten el polvero.

Desde un mirador a un lado de la vía que da al tajo Patilla, abajo, a 200 metros de profundidad, un conjunto de máquinas y hombres le extraen el carbón a las entrañas de la tierra.

El Cerrejón es una de las minas de carbón a cielo abierto más grandes del mundo. De ella se obtienen hoy alrededor de 2,5 millones de toneladas mes, unos 32 millones año, más del 50 por ciento del cual toma rumbo a Europa.

Se han explotado 12.000 de las 69.000 hectáreas de la mina, cuyas instalaciones principales están cerca a la cabecera de Albania en la baja Guajira.

Pero ¿qué pasa cuando los análisis muestran que no es rentable seguir la explotación hacia abajo?

En Cerrejón se acaba de superar la barrera de las 3.000 hectáreas rehabilitadas, en parte de las cuales volvió a florecer la vida. Vuelan pájaros, corren pequeños mamíferos y habitan reptiles. También decenas de especies de flora, algunas en grado de amenaza.

El área recuperada más antigua tiene 22 años y presenta un dosel de buena altura que hace olvidar no solo las épocas de su exploración y explotación sino otras anteriores.

Es que "muchas áreas estaban degradadas al entrar la minería", explica Daniel Dávila, biólogo que trabaja en coberturas vegetales y rehabilitación de tierras.

Al fondo, desde el mirador, se observa una zona aún verde que señala Rafael Macías, la que pronto será abierta para la extracción del carbón.

Macías trabaja en el área ambiental en lo relacionado con los asuntos del cambio climático relacionados con la mina.

Un bus con habitantes de una de las comunidades vecinas llega al mirador. Dos guías les explican cómo se realiza la minería y qué sigue cuando las máquinas se van. "Vienen con una idea y salen con otra", dice Macías. Las visitas al Cerrejón son constantes, tanto para los asentamientos vecinos como para cualquier persona que desee conocerlo.

Abajo los cargadores llenan una de las volquetas de 190 toneladas, con la que se transporta el carbón hasta uno de los puntos de acopio. Las volquetas de mayor capacidad, verdaderos monstruos de varios pisos de altura que cargan 240 o 320 toneladas, se usan para retirar el material estéril. La relación es una tonelada de carbón por cada siete de estéril extraído.

Son las 12 pasadas y solo el aire acondicionado del doble cabina ofrece alivio. A cuatro minutos de recorrido brota de entre el terreno amarillento un oasis en el que se escucha el canto de los pájaros.

Hace 12 años se recuperó. Hay arbustos de mediana altura y una hierba a media bota que se mece suave al viento.
El procesoAntes de que la minería intervenga un tajo comienzan las tareas de preservación.

Cuadrillas de trabajadores y personal especializado recorre la zona en busca de animales de movimiento lento, para extraerlos, evaluarlos y liberarlos en otra zona cercana.

Los 30 centímetros superiores del suelo se recuperan. Se trasladan a los bancos de suelo, en donde permanecen mientras se explota el tajo.

Cuando las máquinas abandonan el área, empieza el retrollenado. "Se escarifica el material para que haya aireación", cuenta Dávila.

Se nivela en lo plano y se suavizan los taludes, para que el terreno quede lo más parecido a como estaba antes de la explotación. Esto se cumple en la segunda temporada de lluvias de octubre y noviembre. Se siembra después el pasto, al voleo, una variedad sudafricana elegida entre varias. "Crece rápido, protege el suelo y le da estructura con la radiculación".

A los dos tres años el pasto está bien formado y comienzan a aparecer herbáceas nativas como aromo, espinito colorado y algunas leguminosas.

Entonces están dadas las condiciones para especies como abarco y guayacán. Luego de cinco años hay más de 40 especies. La fauna vuelve de a poco,  comenzando por aquella rápida.

Manantial fue una de las primeras áreas rehabilitadas hace 22 años. Los árboles han crecido y se ha diversificado la flora. La fauna también retornó. Nadie diría que hubo una explotación minera. Los olivos, corazones finos, los gusaneros y guamachos  pueblan el lugar.

Con una producción de 50.000 individuos al año, el vivero suministra muchas de las especies que poblarán lo que hoy es mina.

Los tanqueros siguen rociando agua. Polvo no se advierte, pero el calor aumenta bajo un cielo azul en la llamativa y misteriosa Guajira.

Es la una de la tarde y menos carros cruzan la malla vial que conduce a tajos, áreas en recuperación y demás servicios del mayor complejo minero de Colombia.

Al lado del camino, un cúmulo de suelo apilado en uno de los bancos recuerda que algún día volverá a tener encima un tapete verde donde la vida florecerá.

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