Conocer
dónde nacen las estrellas va a ser uno de los objetivos del recién
inaugurado observatorio ALMA, en el norte de Chile, que en sus
instalaciones concentra los ingredientes tecnológicos más avanzados,
varios de ellos de marca española.
Instaladas en el Llano de Chajnantor, a 5.200 metros de altura
en el árido desierto de Atacama, 57 de sus 66 antenas escrutan ya el
universo tras una década de esfuerzos y un desembolso de 1.400 millones
de dólares de países norteamericanos, asiáticos y europeos.
La
particularidad de este observatorio astronómico terrestre, el mayor del
mundo, es que no está compuesto por telescopios tradicionales de luz
visible, sino por radiotelescopios que captan ondas milimétricas y
submilimétricas, invisibles al ojo humano.
Donde nacen las estrellas
Eso permitirá
recibir información de zonas del cosmos hasta donde los telescopios
tradicionales no pueden llegar, como aquellas más frías y lejanas o las
regiones polvorientas donde nacen estrellas y planetas.
Para ello,
cada antena del Atacama Large Millimeter Array (ALMA) cuenta con diez
receptores o cartuchos que permiten "escuchar las ondas que vienen del
espacio", según explica a Efe Valentín Medina, técnico electrónico del
complejo.
Estos cartuchos tienen unos 20 centímetros de diámetro y
apenas un metro de largo. Gracias a un circuito especial de helio, su
parte superior se mantiene a 4 grados kelvin, es decir, unos 267 grados
bajo cero.
Esto es necesario porque "las señales que llegan del
espacio vienen muy débiles y una temperatura muy baja. Por lo tanto, si
tenemos un receptor que está a mayor temperatura, no vamos a ver nada",
indica Medina.
Según explica, la señal milimétrica o
submilimétrica que procede del cosmos entra por la parte superior del
cartucho, rebota primero en un espejo, después en otros dos, pasa por
una guía de onda y llega a unos mezcladores.
Tal como indica su
nombre, estos elementos mezclan esta señal con otra generada de forma
electrónica para obtener una tercera que pueda ser manipulada con la
tecnología disponible.
Superheterodino
"Eso
se llama superheterodino, un concepto electrónico conocido desde hace
mucho tiempo, desde las radios antiguas que uno tiene en su casa hasta
hoy, para trabajar en la astronomía", ejemplifica Medina.
La señal
resultante baja hacia la parte inferior del cartucho y se amplifica
electrónicamente para después poder analizar "qué es lo que trae", a
través de un complejo proceso.
Este y otros componentes se
encuentran dentro de las antenas, que generan una ingente cantidad de
información: 36 millones de muestras por segundo.
Los datos se
envían a través de fibra óptica a un gigantesco ordenador llamado
"correlacionador", que fue diseñado específicamente para este
observatorio con un costo de 11 millones de dólares y que debe funcionar
al menos 30 años, los mismos para los que se proyectó ALMA.
Se encuentra en una habitación especialmente acondicionada dentro del centro de operaciones construido en Chajnantor.
"Es
la máquina de cómputo más potente que hay en el mundo, capaz de hacer
16.000 teramultiplicaciones por segundo (16.000 seguido de 16 ceros).
Esto equivale a la capacidad 3 millones de computadores normales",
describe Alejandro Sáez, encargado del sofisticado ordenador.
"(El
computador) toma la señal de las antenas y calcula lo que se llama la
función de correlación. En términos simples, lo que hace es calcular
cuán similar es la señal de una antena comparada con la señal de otra",
explica este ingeniero civil eléctrico.
Esos datos se transfieren y
archivan en un sistema llamado Arcaid, compuesto por un conjunto de
discos duros que se encuentran en el centro de apoyo, a 2.900 metros de
altitud, para que la baja presión que existe en cotas altas no los dañe y
eche por tierra todo el trabajo.
A partir de la información almacenada y sabiendo la posición de
la antena y otras condiciones de observación, los astrónomos pueden
"reducir los datos y generar la imagen de una radiofuente", indica Sáez,
resumiendo un proceso que se antoja bastante más intrincado.
Participación española
Estos
avanzados sistemas han sido fabricados por empresas de los países que
han participado en la construcción de ALMA, entre ellos España,
integrante junto a otros trece países del Observatorio Europeo Austral
(ESO), uno de los tres socios del proyecto.
"España ha fabricado
ingredientes esenciales en ALMA, algunos realmente de mucho valor
tecnológico. Quizás el más voluminoso es la estructura de las 25 antenas
europeas", que se construyeron en Asturias, señala a Efe Xavier
Barcons, presidente del Consejo de ESO.
"Hay elementos de
calibración, osciladores locales, tecnología muy puntera en
radiofrecuencia, ingredientes que van dentro de los receptores o en los
correladores de ALMA, que también están diseñados y fabricados por
empresas españolas", resalta.
Diseño español tiene también la
estación con la que se produce la energía para operar el gigantesco
observatorio, añade Barcons, que estima que todas estas contrataciones
han sumado unos 20 millones de euros (26 millones de dólares).
"Eso
demuestra que en España hay una capacidad y un conocimiento que se
puede aplicar a proyectos de alta tecnología", subraya este científico
español, que apunta que pueden llover nuevos contratos de mejoras y
mantenimiento en los 30 años de esperanza de vida de ALMA. EFEfuturo
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