domingo, 21 de octubre de 2012

La ciudad de las guacamayas

“Todo comenzó  en 1989,  época en la que cada semana llegaban al Zoológico decenas de guacamayas, loros y pericos, en su mayoría decomisados por la autoridad ambiental de ese entonces, el Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente -Inderena-, o cedidos en forma voluntaria por personas que después de tenerlos en sus casas decidían entregarlos para que recibieran una mejor calidad de vida, relata en forma pausada Alonso Caballero Estrada, Director del Parque Zoológico Santa Fe y quien desde hace más de dos décadas ha visto cómo la ciudad se ha embellecido con la presencia de coloridos y vistosos papagayos.

Pero la situación en la que llegaban muchos de estos papagayos, nombre con el que se conoce  a esta familia de aves,  no era la mejor. Martha Luz Yarce, quien desde hace 20 años se desempeña como auxiliar veterinaria en el Zoológico, considera que “muchas de las guacamayas ingresaban al Parque con marcados síntomas de desnutrición y  de estrés. Era tanta la tensión que generaban en ellas las  condiciones del tráfico de fauna, que en sus cuerpos escasamente crecían las plumas y, lo que era peor, continúa, cuando éstas crecían de  nuevo, los afectados  guacamayos se las arrancaban inmediatamente con sus picos”.

Ante esta situación, un grupo de expertos del  Área de Bienestar Animal del Parque Zoológico Santa Fe, coordinados por el biólogo Rafael Borja Acuña, decidió iniciar un ambicioso programa conservacionista que no sólo buscaba la recuperación de los individuos traficados sino la procreación de los mismos. La  tarea no era nada fácil, pues los psitácidos,  familia a la que pertenecen  los loros, guacamayas y pericos,  tienen costumbres  monógamas, lo que indica que una vez que escogen su pareja, suelen permanecer junto a ella durante toda la vida.

Fue entonces cuando la administración del zoológico, con la previa autorización del Inderena y con la coordinación del equipo de Bienestar Animal, decidió ubicar decenas de nidos - construidos con troncos secos- en los árboles más altos del parque.

Poco a poco se soltaron los individuos más sanos y de comportamientos más distantes hacia los humanos. Pericos, loras reales, cotorras, chejas y guacamayas bandera y  pechiamarillas fueron dejados en libertad para que anidaran en los nidos construidos especialmente para ese fin.

La respuesta no se hizo esperar. Los psitácidos escogieron sus parejas y empezaron sus diversos procesos de reproducción. Al principio, los  papagayos nacidos en el zoo permanecieron junto a sus padres, hasta que poco a poco y con vuelos no muy distantes, hicieron reconocimientos del Valle de Aburrá y regresaban libremente al zoológico.

Lentamente colonizaron otras zonas como  los árboles del Parque Norte, la Universidad de Antioquia, el Pueblito Paisa y las zonas verdes de El Poblado y Manrique donde se fueron reproduciendo.

Poco a poco Medellín  se ha constituido en uno de los últimos refugios urbanos para los multicolores papagayos, y para beneplácito de los ciudadanos que los cuidan y los protegen . Y en un ejemplo a seguir por biólogos internacionales.

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