Un consorcio de investigadores de Francia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Canadá, Suecia
ECOticias.
A pesar de tener en común los cambios extremos en la radiación
solar, las bajas temperaturas y la formación de hielo en invierno, los
microorganismos marinos del Ártico y de la Antártida presentan profundas
diferencias. Esta es una de las principales conclusiones de un estudio
internacional con participación de científicos del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC) que también evidencia el carácter
único de las comunidades bacterianas que pueblan el Océano Ártico, no
sólo en comparación con la Antártida, sino también con el resto de
océanos.
Un consorcio de investigadores de Francia, Nueva Zelanda, Estados
Unidos, Canadá, Suecia y España ha analizado 800.000 secuencias
genéticas procedentes de 90 muestras de microorganismos. En concreto,
los científicos, que publican los resultados en la revista recogidas en
la superficie y en las profundidades. Además, han incluido 48 muestras
adicionales de latitudes más bajas para analizar la huella polar en la
biogeografía bacteriana marina del océano global.
A pesar de tener en común los cambios extremos en la radiación solar,
las bajas temperaturas y la formación de hielo en invierno, los
microorganismos marinos del Ártico y de la Antártida presentan profundas
diferencias. Esta es una de las principales conclusiones de un estudio
internacional con participación de científicos del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC) que también evidencia el carácter
único de las comunidades bacterianas que pueblan el Océano Ártico, no
sólo en comparación con la Antártida, sino también con el resto de
océanos.
Un consorcio de investigadores de Francia, Nueva Zelanda, Estados
Unidos, Canadá, Suecia y España ha analizado 800.000 secuencias
genéticas procedentes de 90 muestras de microorganismos. En concreto,
los científicos, que publican los resultados en la revista recogidas en
la superficie y en las profundidades. Además, han incluido 48 muestras
adicionales de latitudes más bajas para analizar la huella polar en la
biogeografía bacteriana marina del océano global.
Los científicos han comparado específicamente muestras de las
regiones costeras y de mar abierto, así como muestras recogidas en
invierno y en verano. Los resultados señalan que los microorganismos que
viven en las profundidades de los océanos polares comparten el 40% de
las similitudes taxonómicas, mientras que sólo el 25% de los grupos
taxonómicos identificados en la superficie es común.
“Las bacterias que forman el plancton de la superficie están
sometidas a condiciones más variables que se desencadenan a corto plazo,
mientras que las de las profundidades están estructuradas en función de
la conectividad de la circulación oceánica”, explica uno de los autores
del trabajo, el investigador del CSIC en el Instituto de Ciencias del
Mar Carlos Pedrós.
Aporte de agua dulce
Las mayores diferencias tienen que ver con el aporte de agua dulce a
estos ecosistemas. Aunque los polos reciben agua procedente del deshielo
glacial, el agua dulce que recibe el Ártico llega, sobre todo, de las
grandes cuencas continentales de los sistemas fluviales. Esta
circunstancia es probablemente la explicación para las grandes
diferencias entre los polos observadas en los microorganismos que viven
en las regiones costeras.
“Hemos comparado las comunidades microbianas del Ártico y de la
Antártida y hemos visto que son muy diferentes. Este resultado indica
que las bacterias no tienen tanta capacidad para dispersarse con
facilidad de una zona polar a otra como suponíamos. El aislamiento hace
posible la especiación y, como consecuencia, la biogeografía”, destaca
el investigador del CSIC.
El estudio es resultado de diferentes trabajos realizados en el marco
del Año Polar Internacional 2007 de Vida Marina de la Fundación Sloan,
que promovió los esfuerzos en ambos extremos del planeta y la
realización de un programa separado dirigido a los microbios marinos.
‐2009. Los científicos también han contado con el apoyo del Censo de
Vida Marina de la Fundación Sloan, que promovió los esfuerzos en ambos
extremos del planeta y la realización de un programa separado dirigido a
los microbios marinos.
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