“Se necesitan más estudios a largo plazo de los procesos que contribuyen a la resiliencia de las comunidades vegetales
ECOticias.
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Recientemente se ha publicado en la revista Global Change Biology
una revisión en la que se analiza la respuesta de las plantas a los
cambios climáticos bruscos. El estudio lo han llevado a cabo
investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), del
Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), de
la Universidad Autónoma de Barcelona y de la Universidad Rey Juan Carlos
de Madrid.
“Se necesitan más estudios a largo plazo de los procesos que
contribuyen a la resiliencia de las comunidades vegetales. Entender esto
es crucial para establecer estrategias proactivas y acciones que
refuercen los procesos estabilizadores, mitigando de este modo los
efectos indeseables del cambio climático en los ecosistemas terrestres”,
señala Fernando Valladares del MNCN.
Más allá de la incertidumbre que existe sobre la evolución del clima,
hay un amplio consenso en la comunidad científica sobre la tendencia
que se observa en el aumento de las temperaturas y en el incremento de
la variabilidad climática. Los cambios bruscos se volverán
previsiblemente más frecuentes e intensos en un futuro próximo, aunque
las predicciones a escala local resultan ambiguas. Son precisamente
estos cambios extremos -olas de calor, olas de frío, inundaciones,
sequías- los que despiertan un mayor interés social, debido al profundo
impacto ambiental y económico que pueden llegar a causar.
Impacto en la vegetación: rareza, intensidad y severidad
El clima juega un papel fundamental en la distribución de la
vegetación. Se podría pensar que lo normal es que la vegetación cambie
cuando lo hacen las condiciones climáticas, tal y como se deduce de los
cambios que se observan en la distribución de las plantas al variar la
altitud, la latitud o en los ecotonos –zonas de transición. Sin embargo,
también es posible que no se produzcan cambios después de eventos
climáticos bruscos.
Una de las limitaciones para entender los impactos de los cambios
abruptos en la vegetación es la falta de concreción en la definición de
tales eventos. Los investigadores señalan que se podría utilizar el
informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC)
como marco de trabajo, ya que en él se reconocen tres parámetros
relevantes: rareza, intensidad y severidad.
Otro inconveniente reside en la dificultad de comparar casos de
estudio, ya sea por la heterogeneidad de la escala temporal o espacial, o
por la disparidad en las variables de respuesta. Además, sería
necesario incorporar la variabilidad extrema en estudios a largo plazo,
para poder incluir intensidades y frecuencias de eventos bruscos en
relación con las condiciones locales.
La respuesta de las plantas a los cambios climáticos extremos es muy
variable. Parece claro que las poblaciones y comunidades dominantes
cuentan con una serie de mecanismos estabilizadores –ecofisiológicos y
demográficos-, que junto con una multitud de interacciones entre las
especies que forman esas comunidades pueden compensar la mortalidad de
la vegetación dominante. No obstante, no debe subestimarse la capacidad
de tales eventos para provocar cambios dramáticos, especialmente si se
vuelven más frecuentes.
Cuando la vegetación no varía con los cambios bruscos
A pesar de los cambios sustanciales del clima y la creciente
frecuencia e intensidad de los eventos extremos que se han podido
constatar, existe un sesgo a la hora de describir y registrar los
impactos en la vegetación. Se publican más y mejor las situaciones de
cambio catastrófico que aquellas en las que no existe cambio en la
vegetación o éstos son mínimos. Aunque pasen desapercibidos y sean algo
mas difíciles de entender hay diversas situaciones en las que la
vegetación no varía ante un cambio abrupto en el clima.
Existen diferentes procesos que pueden explicar porque esto es así.
Por ejemplo, la mitigación de la mortalidad, ya sea por la calidad del
sitio –como son las propiedades del suelo-, por factores como la
tolerancia, plasticidad y variabilidad fenotípica de las especies
vegetales presentes, o bien por las interacciones de facilitación entre
plantas.
También puede ocurrir una compensación de la mortalidad como
consecuencia de un incremento de la supervivencia en el futuro, o por la
mejora del reclutamiento debido a que se produzcan nuevas condiciones
climáticas que resulten más favorables. Igualmente, la liberación de
recursos tras la muerte de algunos individuos, o el aumento de las
interacciones entre especies, también puede contribuir a compensar la
pérdida de plantas.
La vegetación puede, por tanto, persistir con ligeras alteraciones
después de cambios climáticos extremos. De hecho, las comunidades de
plantas dominadas por especies longevas a menudo experimentan una gran
inercia a la sustitución de especies y se recuperan relativamente bien
después de las perturbaciones. Los cambios en la vegetación podrían
ocurrir cuando los procesos estabilizadores sean interrumpidos o no se
ajusten bien a las nuevas condiciones.
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