Si analizamos
quién toma las decisiones respecto a las políticas públicas y acciones
orientadas hacer frente al cambio climático nos encontramos frente a dos
alternativas.
ECOticias.
Una de las formas más prácticas de entender la gobernanza
refiere a la identificación de quién toma decisiones, cómo se toman las
decisiones, qué tipos de decisiones se toman y cuáles son las
características de esas decisiones (Petkova y colaboradores, 2011).
Esto es válido para cambio climático, bosques o cualquier otra temática.
Nos interesa hacer un análisis del concepto desde la perspectiva del
cambio climático.
Si analizamos quién toma las decisiones respecto a las políticas
públicas y acciones orientadas hacer frente al cambio climático nos
encontramos frente a dos alternativas. La primera que refiere a un
gobierno fuertemente representativo quien es el que está tomando las
decisiones centrales y la segunda alternativa, correspondiente a
gobiernos más participativos, buscan que las decisiones sean producto de
amplios procesos deliberativos entre el Estado y la sociedad civil, en
su expresión más inclusiva. Pero estos procesos no se dan de manera
químicamente puros, primero porque tanto las emisiones de Gases de
Efecto Invernadero tienen carácter global y segundo porque hay actores
políticos y económicos que también tienen carácter global. Espacios,
procesos y actores de carácter formal e informal con poderes reales para
incidir en los países. De ello se derivan articulaciones soberanas y
otras no tantas y constituyen más bien poderes fácticos. Resultante de
todo esto, podemos apreciar las grandes dificultades que han tenido las
últimas Conferencias de las Partes sobre cambio climático para llegar a
acuerdos vinculantes más efectivos.
Si analizamos cómo se toman las decisiones tenemos que identificar
las estructuras, funciones y relaciones que existen al interior de un
país para la definición de políticas públicas y acciones para hacer
frente al cambio climático. Así podemos encontrar estructuras de
gobierno con mayores o menores procesos de descentralización.
Encontramos también el grado de institucionalidad referido a las
instituciones, políticas públicas, acuerdos, prácticas de toma de
decisiones y las relaciones de poder. Podremos identificar gestiones
ambientales más o menos efectivas, centralizadas en un sector o más
transversales, más o menos empoderadas, dependiendo del grado de
compatibilidad con las políticas de desarrollo del país. Un tema central
refiere a qué tan sólidos son – cuando existen – los sistemas de
gestión ambiental.
La calidad de los procesos de toma de decisión también refiere a qué
tan efectiva es la gestión pública. Estamos hablando de las capacidades
institucionales en general que refieren a las estructuras, mecanismos,
procedimientos y prácticas para la planificación, coordinación e
implementación. Por ello un eficiente sistema de información es crucial
para contar con elementos que ayuden a la toma de las mejores
decisiones. Así mismo, la calidad o intensidad de la democracia es un
factor fundamental que tiene correlato con las políticas públicas
participativas con orientación explícita hacia la transparencia y la
rendición de cuentas.
La calidad de los procesos de toma de decisión alude también a la
infraestructura del diálogo existente. Esto refiere a los diferentes
espacios de diálogo, los institucionalizados, formales o informales que
contribuyen al fortalecimiento del diálogo como fundamento vital para el
reforzamiento de la democracia. Tanto los espacios socioeducativos y
comunicacionales contribuyen al fortalecimiento de la cultura del
diálogo. Por lo mismo, interesa conocer la plataforma existente para
procesar las diferencias, controversias y conflictos de tal manera que
contribuyan a fortalecer una cultura de transformación de conflictos.
Un elemento importante en la calidad de los procesos de toma de
decisión también hace referencia a la seguridad jurídica. Para que esta
dimensión político-legal contribuya a la equidad requiere que
genuinamente esté orientada al bienestar colectivo y no esté
abiertamente sesgado solo hacia los poderes económicos. La confianza
hacia las autoridades, sus procesos, sus políticas y sus herramientas de
gestión, es un elemento esencial que contribuye a un diálogo
transformador y fortalece los enfoques y las prácticas de una cultura de
paz.
El concepto de gobernanza también alude a las características de las
decisiones. Es decir, la medida en que son claras, entendibles,
coherentes, amplias, completas, accesibles, disponibles. Es claro que
existe una correlación directa entre el grado de participación con el
grado de valoración y compromiso que existe con las políticas públicas
que son producto de procesos participativos. Los procesos participativos
podrán ser más lentos, más engorrosos, e incluso más costosos
(considerando solo el corto plazo) pero a la larga si logran representar
el equilibrio de intereses de los diversos actores ofrecen mayor
garantía de sostenibilidad.
Del análisis realizado se desprende que la gobernanza climática tiene
que ver en el fondo con la gobernanza del país que está
interrelacionada con la gobernanza global respecto al cambio climático.
No es posible hacer frente al cambio climático solo desde la perspectiva
de los ministerios del ambiente sino que es un esfuerzo concertado
entre actores públicos y privados. La gobernanza climática de un país
está muy relacionada a la calidad de la democracia, a la calidad de la
institucionalidad, al capital social que existe en el país, a la calidad
del diálogo y el grado de construcción de la confianza. Esta
constatación no hace sino reforzar, una vez más, la estrecha
interrelación que existe entre los sistemas biofísicos y los sistemas
socioculturales. Hacer frente al cambio climático requiere tener una
gestión pública más efectiva y una participación social más proactiva y
comprometida. Finalmente, requiere también una alta dosis de imaginación
para que con creatividad e innovación podamos explorar y desarrollar
nuevas formas de hacer las cosas. Si es el modelo civilizatorio el que
mantiene la estructura actual de emisiones de GEI, entonces habrá que
abrir la posibilidad a nuevas teorías, nuevos enfoques, nuevas
herramientas.
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