Hay que ser alcalde de un pueblo olvidado que se desangra por el paro
para entender la determinación de Ángel Vadillo. Hay que tener una cola
de entre 30 y 40 jóvenes —y menos jóvenes— en los pasillos del
ayuntamiento, cada mañana, pidiendo trabajo y soluciones, para
comprender que decidiera no quedarse de brazos cruzados. Hay que vivir
la ilusión que prende en una población cuando se dibuja un horizonte de
energías limpias y prosperidad con la implantación de cinco plantas
termosolares y el posterior mazazo cuando los proyectos se van al
traste, para entender su coraje.
Ángel Vadillo, el nuevo héroe de Alburquerque, el pueblo del que es
alcalde desde hace 17 años, dice que el coraje depende de la situación
en que le coloquen a uno las circunstancias. Cita el de la madre de los
pequeños Ruth y José Bretón, que nunca se dio por vencida. “Sólo cuando
te ponen en situaciones extremas te sale el coraje”.
Vadillo anunció ayer en un acto de homenaje que le rendía el 15-M en
Madrid que abandona su huelga de hambre tras conseguir una reunión con
el ministerio de Industria (que ayer no confirmaba esta reunión) para
abrir una mesa de diálogo sobre energías renovables. “Estoy satisfecho
de que mi lucha haya servido para esto”, declaró a EL PAÍS.
A sus 48 años, ayer abandonaba su huelga de hambre tras 91 días. Una
iniciativa que empezó como una lucha por su pueblo ya que un decreto de
Industria del pasado mes de enero supuso la supresión de las primas a
las renovables que derivó en la anulación de un proyecto de implantación
de cinco plantas termosolares en Alburquerque.
Para luchar por su pueblo eligió la vía más dura, la huelga de
hambre. Hace tres meses pesaba 94 kilos. Ahora no pasaba de los 65,5. El
miércoles pasado ingresaba en el madrileño hospital de la Princesa al
producirse una serie de alteraciones cardiacas en su organismo, ya
agotado. El deterioro físico no hizo otra cosa que amplificar el impacto
de su campaña. Una lucha que viene de lejos.
Todo empezó por un sueño truncado, el sueño de todo un pueblo. En
Alburquerque, localidad de 5.600 habitantes, con un 40% de paro,
gobernada por el PSOE, lo tenían todo preparado. Los terrenos ya estaban
listos, recién recalificados. Los permisos de obra, aprobados. La
instalación de cinco plantas termosolares prometía crear 820 empleos
durante la ejecución de las obras; 250 más una vez acabadas. La
inyección de actividad económica que eso podía suponer tenía al pueblo
encandilado.
Pero con enero llegó el funesto decreto 1/2012, el que se llevó por
delante el sueño. Se suprimían las primas a las energías renovables, un
golpe de gracia para el desarrollo de las energías limpias en España,
una herida de muerte para su pueblo.
Jueves por la tarde, Campo de La Espada, a siete kilómetros de
Alburquerque, dirección Mérida. El concejal Cipriano Robles señala uno
de los terrenos en los que estaba prevista la instalación de una de las
termosolares. Tierra seca, pasto amarillo, el sol que atiza, 39 grados.
Un rebaño de vacas soporta los rigores del calor al raso. Al fondo se
divisa una granja de porcino que hubiera convivido con las placas
solares. Su propietario, Mariano Señorón, ganadero de 58 años, estaciona
el automóvil al borde del pedregoso camino. Cuenta que hubiera estado
encantado de ver llegar a las renovables junto a su granja. “Este
proyecto era muy importante para Alburquerque y su alcalde siempre ha
sido un pionero”, dice Señorón. “Hace diez años que yo le oigo hablar de
las energías renovables”.
Un decreto supuso el fin para un proyecto de energía limpia que iba a crear numerosos empleos en el pueblo
En Alburquerque, los más cercanos a Vadillo decían el jueves pasado
que el alcalde estaba llevando su lucha demasiado lejos. Que estaba
poniendo en grave riesgo su salud. “Siempre ha sido un hombre decidido y
cabezón, hasta que no consigue lo que quiere no para”, explicaba Eva,
su hija de 22 años, sentada en unas escaleras del pueblo, con el
imponente castillo de la antigua ciudad medieval a sus espaldas y el
dolor de sentir a su padre tan débil prendido en sus ojos. Lleva meses
decorando la casa en que se alojará su padre cuando regrese al pueblo.
Le enviaba fotos con el móvil para que el alcalde diese el visto bueno.
Del balcón del ayuntamiento colgaba una pancarta con el número 88.
Era el número de días que Vadillo llevaba en huelga de hambre en esa
calurosa tarde. Su lucha se inició con una marcha de 22 días hacia
Madrid.
Salió el día del padre, el 19 de marzo, un día que su hija recuerda
con tristeza. “Estaba radiante, iba a por todas”, rememora Nena
Carrasco, de 56 años, alcaldesa en funciones, en el despacho de Vadillo,
un espacio señorial, con muebles de madera de tiempos de Primo de
Rivera, diseñados por el escultor Aurelio Cabrera. De la pared cuelga
una foto del alcalde hace diez años, con un aspecto bien distinto del de
ahora, rellenito, junto a su madre. En una mesa, una cartulina con el
escudo del Atleti, su equipo.
Fueron 639 kilómetros de marcha hasta llegar a Madrid. Pisó la
capital el 10 de abril y se instaló a la altura del número 160 del Paseo
de La Castellana, frente al Ministerio de Industria. Pidió
entrevistarse con el ministro José Manuel Soria.
Las primeras noches durmió en un banco de la calle, con su saco de
dormir. Luego le trajeron la furgoneta que se convirtió durante tres
meses en la vecina incómoda del Ministerio.
Inició la huelga de hambre el 11 de junio. El ministro Soria le
recibió poco antes. La reunión duró en torno a una hora. “Fue un
monólogo”, recordaba Vadillo el viernes por la mañana, sentado en una
tumbona de flores, la muleta apoyada contra el respaldo, frente a la
sede de Industria. El ministro, contaba, apenas le dijo nada. El
miércoles pasado, en el Congreso de los Diputados, Soria calificaba de
legítimas las reivindicaciones de Vadillo, pero decía que no podía
atender su caso “particular”. En Industria le explicaron que el problema
son los recortes, pero él niega la mayor: dice que las primas no
dependen de los presupuestos generales del Estado; las tienen que pagar
las eléctricas en su papel de distribuidoras.
“Las eléctricas nunca han querido el desarrollo de las energías
renovables”, explicaba. “Son tan poderosas que dictan la política
energética”. No es de extrañar, decía, que ex presidentes como Felipe
González y José María Aznar, y ex ministros como Pedro Solbes y Narcis
Serra, hayan acabado trabajando en el sector. “Tenemos un modelo
energético cancerígeno”, sostiene Vadillo, “no sólo por las energías
sucias, sino por la dependencia”.
Vadillo tuvo el acierto de convertir la lucha por su pueblo en una
lucha por las energías renovables. Los apoyos que fue recibiendo fueron
cada día más fuertes. El viernes recibió un homenaje en Mérida y ayer,
otro del 15-M en el edificio de Tabacalera en Madrid, donde anunció que
ponía fin a la huelga.
Durante tres meses sobrevivió con cuatro litros de agua diarios. Hace
unos días que empezó a sentir los primeros dolores, en las piernas.
Está satisfecho de que el Ministerio, que ayer no confirmaba esta noticia, haya accedido a reunirse con él el lunes.
La lucha del nuevo héroe de Alburquerque, tierra de espíritus aventureros y guerreros, fue una batalla verde.
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