Aragonés de Teruel, acaba de asumir la presidencia de la patronal de
productores de energías renovables, APPA, probablemente en el peor
momento de su corta historia. Moratoria, déficit de tarifa, reforma
energética... son muchos y duros los frentes en los que tendrán que
batirse con poderosos adversarios, por lo que, entre otras cosas, han
decidido reforzar las filas.
Pregunta. No tienen un horizonte tranquilo, al menos a corto y medio plazo...
Respuesta. En este momento nos estamos replanteando
el futuro para abrir APPA a otras voces. Las renovables son un sector, a
nivel asociativo, muy atomizado y queremos hacer de paraguas de otras
entidades. El objetivo es defender mejor, de manera conjunta, los
intereses comunes. En ese sentido, estamos procediendo a una reforma
estatutaria. Las siglas de APPA (Asociación de Pequeños Productores y
Autogeneradores) reflejan la realidad del sector en el momento de su
fundación, hace ya 25 años. Hoy, tras el gran desarrollo alcanzado, es
el momento de que otras voces como tecnólogos, fabricantes u otras
asociaciones sectoriales se sumen.
P. Sobre todo, teniendo en cuenta que tienen enfrente a uno de los lobbys más poderosos, como es el de las compañías eléctricas...
R. La variedad de voces ha hecho que se pierda
protagonismo ante las Administraciones y la sociedad. Ha coincidido un
periodo de pujanza en el desarrollo con una imagen que, en ocasiones, no
ha reflejado fielmente la realidad del sector. La reforma de APPA
pretende defender los objetivos comunes sin restar voces al sector.
Aunque no hayamos alcanzado todavía una integración efectiva, el último
comunicado fue firmado por 23 asociaciones.
P. ¿Para cuándo esa integración efectiva?
R. La reforma estatutaria se alargará hasta octubre o
noviembre y en paralelo mantenemos conversaciones con las asociaciones
que quieren sumarse al proceso.
P. Una de las críticas más comunes a las renovables
es que son caras, más propias de países ricos, con recursos suficientes
para pagar el sobrecoste que supone su desarrollo...
R. La apuesta por las renovables es una apuesta
mundial. La división entre tecnologías caras y baratas sería correcta si
no tuviéramos un mercado marginalista. La tecnología más cara
adjudicada en el mercado, que suele ser gas o carbón, es la que marca el
precio de todas. Aunque se diga que nuclear o gran hidráulica son
baratas, entre otras cosas, porque ya están amortizadas, resulta que
cobran el mismo precio que el resto y, por tanto, están retribuidas en
exceso. Esta conclusión es ratificada por la CNE y compartida por el
comisario europeo Oettinger. Si sus costes son bajos, pero sus precios
son los mismos que para todos, no me cuestan menos dinero como
consumidor. Parece que algunas tecnologías no han tenido apoyos, pero la
gestión de residuos o la moratoria nuclear las pagamos todos. Si vas a
Valdecaballeros o a Lemóniz verás centrales que nunca se pusieron en
marcha y que las hemos pagado religiosamente. ¿Esos costes son lógicos y
el desarrollo de las renovables no? No parece razonable.
P. También se les critica haber obtenido grandes beneficios a costa de las primas.
R. La remuneración que tienen fijada las renovables
es un 8% sobre la inversión total del proyecto. Esta rentabilidad ha
podido verse mejorada según el grado de apalancamiento o, puntualmente,
si alguna instalación se ha construido en un emplazamiento con mayor
recurso renovable.
P. Pero de lo que no cabe duda es que las primas han contribuido a agravar el problema del déficit de tarifa.
R. Las primas son uno de los muchos costes del
sistema, y deben revisarse todos sus costes, no solo los de las
renovables. Especialmente en aquellos casos en los que la retribución no
sea adecuada a los costes. La herencia del déficit de tarifa es un
problema muy importante, que con el exceso de potencia —hay más de
27.000 megavatios de centrales de gas— y la caída de la demanda forman
la tormenta perfecta. Resolver el déficit es una prioridad del
Ministerio actual y la razón de la moratoria, para decir: “Por ahora no
quiero que se desarrollen renovables que tengan necesidad de prima”. Es
incuestionable la necesidad de resolverlo, pero también creemos que los
plazos para su resolución deberían alargarse y que esta no debería ser
la única política del Gobierno en cuestiones energéticas. En paralelo
deberían establecerse también medidas regulatorias y una planificación a
medio y largo plazo. No podemos caer en el error de pensar que con la
reducción de las primas se soluciona todo. Lo que reduzcamos en primas,
mientras no se reduzca nuestra dependencia energética, lo pagaremos con
creces.
P. Parece un “problema común europeo”.
R. Sí, Europa tiene que importar la mitad de la
energía que consume, pero en España es aún más grave. Aunque hay
discrepancias en las estimaciones, porque el combustible nuclear suele
considerarse autóctono cuando hay que importarlo, como mínimo, la
dependencia energética es superior al 80%. Cuando se ponían los
cimientos de la Unión Europea, Monnet decía que no podía haber una
Europa seria si dependía energéticamente en un 30% del exterior. La
dependencia de España es muy grave y debemos tener una estrategia que
subsane este problema a medio y largo plazo. Más allá del coste actual,
que puede ser asumible, eres vulnerable a que una subida de precios de
los combustibles pueda estrangular toda tu industria. Ningún desarrollo
industrial serio puede tener una dependencia total del suministro
energético exterior. La apuesta por las renovables es estratégica para
España, para blindarnos ante estos problemas, y nos ha costado mucho
dinero, tanto al país como a las empresas que han invertido. Y ese
esfuerzo ha dado sus frutos, hemos sido líderes mundiales en energías
renovables durante bastante tiempo. Sería una pena que perdiéramos esa
posición. No podemos perder una industria líder en el mundo.
P. ¿Sería irrecuperable?
R. El problema más grave lo tienen las empresas
tecnológicas, porque no les puedes pedir que se mantengan en un mercado
que no tiene demanda. Cerrarán las fábricas y se irán a otros países.
¿Qué va a pasar en el futuro? ¿Seguiremos siendo punteros o meros
actores secundarios? ¿Será nuestra industria la que suministrará la
maquinaria o nos veremos obligados a importar los equipos? Ese es el
gran reto que tenemos. Está claro que no podemos mantener el ritmo de
instalación que hemos alcanzado en años anteriores para siempre, pero no
debemos permitir que desaparezca la industria nacional ni las
instalaciones de producción, por el impacto negativo que supondría en el
empleo, la I+D+i, la balanza de pagos y muchos otros ámbitos que
también deben ser tenidos en cuenta.
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