Junto al filón de oro que una multinacional canadiense quiere
explotar en Corcoesto (Cabana de Bergantiños) se abrirá una gran balsa
de lodos donde se depositarán cada año 2,1 millones de toneladas de
residuos impregnados de cianuro y arsénico. En los ocho años durante los
que la firma Edgewater Exploration pretende extraer el metal precioso
de esta parroquia de Costa da Morte, se acumularán, según los datos
aportados en el proyecto, más de 17 millones de toneladas de desechos en
una superficie de 65 hectáreas, el equivalente a 65 campos de fútbol.
La Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN) calcula que, ciñéndose a
los límites legales, el depósito acogerá en ese tiempo un máximo de ocho
toneladas de cianuro —una sustancia necesaria para separar el oro de la
roca— y 8.500 de arsénico, ya presente en el terreno como consecuencia
de los antiguos trabajos en el yacimiento, que ya atrajo a los romanos y
a una compañía inglesa de principios del siglo XX. Para los
ecologistas, se trata de una “bomba ambiental” similar a la balsa de
Aznalcóllar que reventó en 1998 y envenenó su entorno; Edgewater
sostiene que la poza de Corcoesto no es comparable a la de la localidad
sevillana porque cumplirá con la normativa actual, más restrictiva que
la de hace 15 años.
La SGHN remitió ayer una carta al presidente Feijóo para alertarle
del riesgo que corren los habitantes y la naturaleza de Corcoesto si la
Xunta autoriza definitivamente el proyecto, que desde hace unas semanas
cuenta con el visto bueno de la Consellería de Medio Ambiente. El
Gobierno gallego aprobó la declaración de impacto ambiental sin que la
empresa haya elaborado un estudio pormenorizado de los riesgos de la
balsa y de las consecuencias que tendría su rotura en las poblaciones
del entorno, en el marisqueo y la pesca en la ría y el estuario del río
Anllóns, así como en la agricultura y ganadería de la zona. Una portavoz
de Mineira de Corcoesto, la filial de Edgewater que explotará el filón,
explica que ese informe se elaborará cuando la Xunta apruebe la
explotación y que, en función del riesgo que se derive de ese documento,
se suscribirá un seguro de responsabilidad civil. “Mineira de Corcoesto
está realizando esos estudios y los aportará al proyecto constructivo
de las balsas, al igual que los planes de emergencia interior y
exterior”, señala la empresa, que dice ampararse en el Real Decreto
975/2009.
Los ecologistas no ven ningún sentido a esta tramitación. “Lo lógico
es tener en cuenta todos los riesgos en la evaluación del impacto
ambiental, no cuando ya está aprobado”, esgrime Serafín González,
presidente de la SGHN e investigador del Centro Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC). En el escrito dirigido a Feijóo, la
entidad pide a la Xunta que, en caso de seguir adelante con el proyecto,
exija un nuevo estudio de impacto ambiental a la multinacional
canadiense que incluya una evaluación de los riesgos de la balsa en la
que se almacenará el cianuro. La SGHN demanda también al presidente
gallego que reclame a la empresa una póliza de seguro por valor de entre
300 y 350 millones de euros.
La entidad ecologista compara en su carta a Feijóo los riesgos de la
balsa de Corcoesto con la de Aznarcóllar. Asegura que la rotura del
depósito que Edgewater proyecta en Cabana liberaría “un volumen de lodos
y aguas dos veces mayor que el vertido” de la localidad sevillana, con
el agravante de que la altura máxima del dique de la balsa de Corcoesto
es tres veces mayor y el desnivel con respecto al mar mucho más grande.
En caso de reventar, estas circunstancias ampliarían la potencia y la
onda expansiva de la lengua de lodos, por lo que sería “más
destructiva”. La poza en la que se almacenarán los restos de cianuro y
arsénico está ubicada a 15 kilómetros del estuario del río Anllóns, un
paraje natural protegido.
El camino hacia el metal
Para sacarle rentabilidad a la mina a cielo abierto de Corcoesto, la
empresa triturará la roca en la que se prevé la presencia de este
mineral precioso y le aplicará cianuro para aíslar el oro. Esos desechos
contaminados se depositarán en una parte de la balsa, aunque no
directamente. Antes serán sometidos a un tratamiento de descomposición
del cianuro que nunca logra hacerlo desaparecer del todo. La normativa,
explica la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN), establece que la
empresa solo podrá llenar la poza con residuos en los que queden un
máximo de 10 gramos por tonelada. Edgewater Exploration admite en su
estudio de impacto ambiental que enviará a la balsa en sus ocho años de
explotación 800.000 toneladas de lodos impregnados de esta sustancia,
por lo que en total el depósito acogerá ocho toneladas de cianuro. Este
terreno contaminado nunca podrá limpiarse completamente por lo que,
cuando abandone la mina de Cabana de Bergantiños, la multinacional
canadiense encapsulará esta parte de la balsa. El resto contendrá 8.500
toneladas de arsénico muy molido que, según alerta la SGHN, tendrá más
capacidad para disolverse y filtrarse.
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