Las desequilibrios económicos y fiscales y el aumento
de las emisiones de gases de efecto invernadero son los grandes riesgos
globales que afronta el mundo en la próxima década, en un contexto que
invita a ser más pesimistas que hace un año, según un informe publicado
hoy por el Foro Económico Mundial (WEF).
El informe "Riesgos Globales 2013", que el WEF publica en vísperas de
su cumbre anual de Davos (Suiza), recoge la opinión de un millar de
expertos y líderes políticos, que coinciden en líneas generales en que
las perspectivas económicas, sociales y económicas "son ligeramente más
pesimistas en general" que en 2012.
Los encuestados reflejan su preocupación por el impacto de las crisis
de deuda soberana como la que sufre la zona euro y por la falta de
perspectivas positivas sobre el calentamiento global de la atmósfera a
causa de la acción industrial del hombre.
En este sentido, consideran que el riesgo global cuya materialización
es más probable en los próximos 10 años es una consolidación de "las
graves diferencias de renta", mientras que el riesgo que tendría el
mayor impacto en caso de materializarse sería "un fallo sistémico
importante del sistema financiero".
Otros dos riesgos aparecen entre los cinco de mayor impacto y más
probables: los desequilibrios fiscales crónicos y una crisis de
abastecimiento de agua a causa del cambio climático.
"Estos riesgos globales son esencialmente una advertencia sobre la
fortaleza de nuestros sistemas y servicios básicos. La capacidad de
resistencia de las naciones frente a los riesgos globales tiene que ser
una prioridad para que esos sistemas y servicios sigan funcionando si
ocurre un evento grave", manifiesta Lee Howell, director del informe y
director ejecutivo del WEF.
Axel P. Lehmann, director de riesgos de la aseguradora Zurich
Insurance Group, pone como ejemplo "el creciente costo de fenómenos como
la supertormenta Sandy", lo que en su opinión es una evidencia de "las
enormes amenazas" que afrontan países insulares y costeros.
"La advertencia sobre la falta de soluciones a las emisiones de gases
de efecto invernadero resulta evidente. Es hora de actuar", según
Lehmann.
Los expertos hacen hincapié en el informe en que los graves riesgos
socioeconómicos del último lustro "están desbaratando los esfuerzos por
hacer frente a los retos del cambio climático".
"La comunidad internacional se muestra reacia a afrontar una amenaza a
largo plazo como esta, a pesar de los recientes fenómenos
meteorológicos extremos", se apunta en el informe, que aboga por "nuevos
enfoques" e "inversiones estratégicas" para evitar las hipótesis más
desfavorables para la economía y el medio ambiente.
"Dos tormentas, la ambiental y la económica, están en curso de
colisión. Si no asignamos los recursos necesarios para mitigar el
creciente riesgo de fenómenos meteorológicos extremos, la prosperidad
mundial de las futuras generaciones podría verse amenazada", argumenta
John Drzik, director ejecutivo de la consultora Oliver Wyman Group.
David Cole, director de riesgos del grupo asegurador Swiss Re,
coincide en que "desgraciadamente, la lucha contra la crisis económica y
la crisis del cambio climático ya no se considera una sola cosa, sino
que se cree necesario elegir entre una o la otra".
"La idea de que no podemos encontrar soluciones para ambas ha ganado terreno", señala Cole.
El documento advierte también de la "complacencia" del sistema en el
terreno médico por las grandes avances logrados en las últimas décadas y
señala como uno de los riesgos principales "la creciente resistencia a
los antibióticos", lo que "podría llevar a nuestros sistemas de salud
(...) al borde del precipicio".
En su conjunto, el informe describe 50 riesgos globales, que agrupa
en categorías económicas, ambientales, geopolíticas, sociales y
tecnológicas, y los resultados reflejan que los encuestados jóvenes
están más preocupados que los mayores y que las mujeres son más
pesimistas sobre el futuro que los hombres.
El informe destaca igualmente los llamados "factores X": nuevas
preocupaciones que requieren un mayor estudio, como el uso no ético de
la geoingeniería y de las tecnologías que alteran el cerebro.
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