El clima y la
geografía influyen, y mucho; pero no son el principal elemento que
explica por qué hoy la contaminación asociada al tráfico de vehículos es
un problema de salud pública mayúsculo.
ECOticias.
Este 21 de noviembre con motivo del Día Mundial del Aire Puro,
publicamos un análisis de Oriol Lladó sobre la calidad del aire de las
ciudades más pobladas del estado español: Barcelona y Madrid. A pesar de
sus diferencias geográficas y climatológicas, hay algo en común entre
ambas ciudades y es que ninguna de las dos ha resuelto, de momento, la
problemática de la calidad del aire. Y también algo que comparten con el
resto de ciudades, pueblos y comunidades: los malentendidos que existen
cuando se habla de calidad de aire.
Hay tres malentendidos básicos cuando hablamos de ciudad y contaminación:
1. Que sólo es una cuestión de clima y geografía, que nosotros
podemos hacer poco. Falso. El clima y la geografía influyen, y mucho;
pero no son el principal elemento que explica por qué hoy la
contaminación asociada al tráfico de vehículos es un problema de salud
pública mayúsculo. Por ejemplo, el hecho de que Barcelona esté situada
en las faldas de la sierra de Collserola dificulta que el viento pueda
ventilar la ciudad y combinado con determinados fenómenos meteorológicos
(anticiclones y viento) provoca escenarios especialmente complicados.
Pero donde se puede actuar es en el modelo de ciudad (que determina
densidades, volúmenes, usos) y, en especial, con las políticas públicas
(restricciones de vehículos, fiscalidad, inversiones en transporte
público, limitaciones de velocidad, carriles VAO, etc.). La mejora del
aire en nuestras ciudades depende de nosotros, no es una fatalidad que
se tiene que aceptar resignadamente.
2. Que cuando hablamos de emisiones sólo hablamos de lucha contra el
cambio climático. Hay conceptos que van de la mano en nuestros medios
de comunicación. Hablar de las emisiones de gases de los vehículos
equivale, casi automáticamente, a hablar sobre el cambio climático. Las
emisiones no sólo son perjudiciales en los escenarios de futuro a medio y
largo plazo del planeta, sino que tienen efectos en clave de presente,
ahora y aquí, en las ciudades donde vivimos. Hablar de las emisiones de
determinados vehículos no es sólo hablar de la salud del planeta, sino
de nuestra salud.
3. Que las políticas de movilidad nos complican el día a día. Las
políticas más avanzadas de gestión de la movilidad en nuestras ciudades
no significan un retorno al pasado, una caza de brujas contra el
vehículo privado. Todo lo contrario, y los datos lo avalan, una gestión
de la movilidad inteligente implica, si tiene éxito, una mejora de la
competitividad, para empezar con menos atascos y retenciones y con un
aumento de la calidad de vida con efectos perceptibles en salud pública
(menos afecciones respiratorias) y bienestar general (disminución de la
polución sonora)
. La apuesta por un mejor transporte público y el desarrollo de la
electromovilidad permiten asegurar que los tiempos de trayecto dentro de
la ciudad no sólo no se vean afectados, sino que pueden llegar a
mejorar. 4. ¿Dónde estamos? La situación de Barcelona y Madrid Madrid y
Barcelona comparten una importante densidad en cuanto al modelo
urbanístico y una utilización intensiva del vehículo privado y con un
preocupante porcentaje de coches diesel (los más contaminantes) en sus
calles. Ambas han recibido reiterados avisos sobre su mala calidad de
aire.
Un informe reciente de Ecologistas en Acción es muy crítico respeto
la calidad del aire en el estado español y cita los casos de Madrid y
Barcelona, las dos ciudades más pobladas. Poner la lupa de nuestra
atención sobre su asfalto es útil para tratar de ver en qué situación
nos encontramos actualmente en el país.¿Es posible comparar la situación
de estas dos ciudades? Sólo parcialmente. Ambas tienen estrategias
diferentes y sistemas de auditoría que dificultan una comparación clara,
y unas características geográficas previas bastante diferenciadas. Lo
que sí que podemos decir, sin embargo, es que en ambos casos el de la
calidad del aire es un problema no resuelto. La situación geográfica de
Barcelona le complica las cosas, cómo hemos visto: la montaña de
Collserola dificulta que los vientos norteños puedan ‘ventilar’
adecuadamente la ciudad y eso aumenta el impacto de la contaminación,
especialmente cuando hace más calor y hay anticiclones.
Por otro lado, el diseño del Ensanche, con calles relativamente
estrechas y con edificios altos y que, además, soportan un elevado
tránsito, genera elevadas concentraciones de contaminantes en el mismo
centro de la ciudad. Hay que decir, además, que Barcelona es la ciudad
con mayor densidad de vehículos por Km2 en todo Europa (6.100 frente a
los 1.500 en ciudades como París y Berlín). La apuesta por el transporte
público -destacables los últimos cambios en la red ortogonal de
autobuses con el objetivo de hacer ganar competitividad al mercado-, la
inversión en electromovilidad y vehículos híbridos y determinadas
reformas (a estas alturas en curso en General Mitre o próximamente en
Les Glòries) van encaminadas a reducir los contaminantes y a cumplir con
las directivas europeas. Estas medidas están enmarcadas en el Plan de
movilidad 2013-2018.
Hay otras medidas encima de la mesa, como la restricción del tránsito
mediante peaje o una disminución de la velocidad, que no se han llegado
a impulsar o que se han impulsado parcialmente por falta de consenso
político. Habrá que ver si las diferentes políticas contempladas
consiguen el objetivo de situar la concentración de contaminantes en los
límites establecidos por la UE. El caso de Madrid es diferente. Su
situación geográfica y diseño urbanístico no genera un escenario tan
adverso de partida. Aun así, comparte con Barcelona la existencia de
grandes vías de acceso rodado para entrar y salir de la ciudad y un
tránsito bastante intensivo y sufre una situación de más débil voluntad
política a la hora de encarar el tema.
Los índices de contaminación de la ciudad de Madrid han bajado desde
2008 —un fenómeno similar también se ha dado en Barcelona— debido a la
reducción del tráfico y a un menor consumo de combustibles -atribuible a
la crisis, según algunos expertos. La calidad del aire, sin embargo,
sigue incumpliendo los valores límite. Cinco de las seis zonas en que
está dividida la capital “registran la superación de valores límite
legales o valores recomendados por la OMS para alguno de los
contaminantes”.
Entre las recomendaciones de Ecologistas en Acción está la de poner
en marcha un plan de movilidad peatonal, incorporar vehículos de
transporte público eléctricos, segregar los carriles bus del resto del
viario, disuadir sobre el uso del coche, fijar sistemas de peaje de
acceso al centro que penalicen los vehículos más contaminantes y hacer
cumplir el límite de velocidad de 50 km/h en la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario