Que haya tan pocos hombres en el refugio muestra lo poco conscientes
que eran de la amenaza del tifón Haiyan, que asoló el centro de
Filipinas el viernes, con algunos de los vientos más poderosos jamás
registrados.
Muchos hombres se quedaron en sus casas para protegerlas de
saqueadores. La mala supervisión de las evacuaciones aumentó el
problema. Y los cuerpos ilustran otra verdad más perturbadora: el mismo
centro de evacuación se convirtió en una trampa mortal.
Muchas de las personas que se apiñaban en el sótano fallecieron en un remolino de agua, muy parecido a un tsunami.
Aquellos que tuvieron el sentido común de dejar sus frágiles
viviendas en la costa se refugiaron en estructuras de cemento que no
fueron lo suficientemente sólidas para soportar las marejadas de seis
metros de altura que barrieron Tacloban, capital de la provincia de
Leyte, la más golpeada.
La ayuda, cuando llegó, fue lenta. Agencias extranjeras de ayuda
dijeron que los recursos habían sido usados al máximo tras un fuerte
terremoto en la provincia de Bohol el mes pasado y los desplazamientos
provocados por las luchas con los rebeldes en el sur del país.
Los filipinos, no ajenos a los desastres naturales, no estaban preparados para la furia de Haiyan.
ADVERTENCIAS DESATENDIDAS
Responsables locales dijeron que sólo en Tacloban murieron 10.000
personas, pero el presidente Benigno Aquino dijo a la CNN que la cifra
de muertos por el paso del tifón era de 2.000 a 2.500 personas.
Dos días antes de que llegara la tormenta, la Federación
Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja
había pronosticado un tifón "peligroso" con vientos de 240 kilómetros
por hora avanzando hacia Leyte y Somar, las dos provincias más
devastadas.
Las advertencias son retransmitidas normalmente por televisión y en
las redes sociales. Más de 750.000 personas en el centro del país fueron
evacuadas.
Sin embargo, algunos hicieron oídos sordos a las advertencias.
"Algunas personas no nos creyeron porque estaba muy soleado", dijo
Jerry Yaokasin, responsable de la alcaldía de Tacloban. "Algunos incluso
se reían".
La entrega de ayuda a los supervivientes también ha sido caótica.
Los trabajadores de asociaciones internacionales de ayuda dicen que
han tenido problemas para trasladar equipo y personal usando aviones
militares del país, ya que la prioridad del Gobierno es el envío de
soldados por los saqueos del fin de semana.
En el centro de convenciones, los trabajadores médicos están
tratando a los evacuados, atendiendo laceraciones y otras heridas. Pero
muchos se quejan de la falta de alimentos y de la mala higiene.
"La gente no quiere venir aquí porque tienen miedo de que sus niños se enfermen", dijo Melody Mendoza, de 27 años.
"LOS PREPARATIVOS NO FUERON SUFICIENTES"
Con tan poca ayuda, las personas aún se dirigen al aeropuerto de
Tacloban, donde cientos de personas aguardan la ocasión de viajar a Cebú
o a Manila.
"Parece que las agencias del Gobierno local no lograron movilizar a
funcionarios para que realicen evacuaciones forzosas a terrenos más
altos y seguros", dijo Doracie Zoleta-Nantes, experta en desastres de la
Universidad Nacional Australiana en Camberra.
Los tifones son un fenómeno frecuente en Filipinas. Haiyan fue el
segundo tifón de categoría 5 en tocar tierra este año tras el paso de
Usagi en septiembre.
Cada año, un promedio de 20 tifones toca tierra y Haiyan fue el número 24 de este año.
Zoleta Nantes, que nació en Filipinas, dijo que pese a los esfuerzos
para fortalecer la gestión de desastres desde 2010, "el Gobierno
filipino mantiene un enfoque reactivo ante los desastres".
"No nos preparamos para el colapso en las funciones locales",
reconoció Lucille Sering, secretaria de la Comisión de Cambio Climático.
Más de 30 países han prometido ayuda, pero la distribución se ha
encontrado con caminos colapsados y el desconcierto en pueblos que han
perdido a sus líderes.
Ruben Guinolbay, jefe del ejército filipino, dijo que la ayuda
internacional y de agencias se retrasó por la falta de información
clara. El Gobierno de Tacloban fue barrido por la tormenta. Muchos
funcionarios están muertos, desaparecidos o muy abrumados por el dolor
como para trabajar.

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