martes, 27 de noviembre de 2012

Las ballenas piloto nadan sincronizadas cuando sienten peligro

Un estudio, liderado por la Universidad de Aberdeen (Reino Unido) en colaboración con la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y el grupo  Conservación
ECOticias.
En el Estrecho de Gibraltar habitan unas 300 ballenas piloto. Estos cetáceos están presentes durante todo el año en aguas del mar Mediterráneo y el océano Atlántico, pero se sabe muy poco acerca de su estructura social.
Un estudio, liderado por la Universidad de Aberdeen (Reino Unido) en colaboración con la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y el grupo  Conservación,  Información e Investigación sobre Cetáceos (CIRCE), ha analizado los patrones de asociación entre individuos dentro de esta comunidad de ballenas, para proporcionar una visión a largo plazo de su sistema social.
“Lo importante es que comparamos dos poblaciones diferentes, una que habita en el Estrecho y está expuesta a depredadores –que en este caso son los barcos–, y otra con un ecotipo donde no hay presencia de tantos barcos, la de Cabo Bretón en Canadá. Las ballenas piloto son especies sociales y nos interesaba ver, por ejemplo, cómo transmiten el aprendizaje de madres a crías. Lo que observamos es que están sincronizados ante el peligro”, explica a SINC Renaud de Stephanis, investigador de la Estación Biológica de Doñana y coautor del estudio que publica la revista Behavioural Processes.
Los científicos recogieron muestras, entre 1999 y 2006, en 23.004 kilómetros del Estrecho de Gibraltar, y tomaron 4.887 imágenes de las aletas dorsales de las ballenas para compararlas con las de Canadá.
“La sincronía es total tanto aquí como allí. Al tener tráfico marítimo, o embarcaciones de avistamiento de cetáceos cerca, hay una reacción conjunta de todo el grupo a estímulos externos. Cuando llegamos a la zona de avistamiento están a su ritmo, pero cuando llevamos con ellas 10 o 15 minutos, madres y crías comienzan a nadar de forma sincronizada en posición de alerta. Es un signo de afiliación al grupo”, añade el experto.
Según los investigadores, estos cetáceos tienen además una estructura social formada por compañeros permanentes, es decir, continúan toda la vida juntos y no intercambian individuos entre los diferentes grupos como ocurre, por ejemplo, con los delfines mulares.
Otro de los datos aportado por este estudio es que la presencia de embarcaciones también perturba su comportamiento a la hora de la inmersión. “Así, al inicio de la observación, suelen estar bastante tiempo en superficie, y conforme continuamos más tiempo con ellos, aumenta el tiempo de inmersión. Es un cambio de comportamiento que puede afectar a su energía, ya que van a tener que gastar más en protegerse a ellos mismos y a sus hijos, lo que limitará más el tiempo para cazar y por tanto poder alimentar correctamente a sus crías”, concluye.

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