Un estudio,
liderado por la Universidad de Aberdeen (Reino Unido) en colaboración
con la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y el grupo Conservación
ECOticias.
En el Estrecho de Gibraltar habitan unas 300 ballenas piloto.
Estos cetáceos están presentes durante todo el año en aguas del mar
Mediterráneo y el océano Atlántico, pero se sabe muy poco acerca de su
estructura social.
Un estudio, liderado por la Universidad de Aberdeen (Reino Unido) en
colaboración con la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y el grupo
Conservación, Información e Investigación sobre Cetáceos (CIRCE), ha
analizado los patrones de asociación entre individuos dentro de esta
comunidad de ballenas, para proporcionar una visión a largo plazo de su
sistema social.
“Lo importante es que comparamos dos poblaciones diferentes, una que
habita en el Estrecho y está expuesta a depredadores –que en este
caso son los barcos–, y otra con un ecotipo donde no hay presencia de
tantos barcos, la de Cabo Bretón en Canadá. Las ballenas piloto son
especies sociales y nos interesaba ver, por ejemplo, cómo transmiten el
aprendizaje de madres a crías. Lo que observamos es que están
sincronizados ante el peligro”, explica a SINC Renaud de Stephanis,
investigador de la Estación Biológica de Doñana y coautor del estudio
que publica la revista Behavioural Processes.
Los científicos recogieron muestras, entre 1999 y 2006, en 23.004
kilómetros del Estrecho de Gibraltar, y tomaron 4.887 imágenes de las
aletas dorsales de las ballenas para compararlas con las de Canadá.
“La sincronía es total tanto aquí como allí. Al tener tráfico
marítimo, o embarcaciones de avistamiento de cetáceos cerca, hay una
reacción conjunta de todo el grupo a estímulos externos. Cuando
llegamos a la zona de avistamiento están a su ritmo, pero cuando
llevamos con ellas 10 o 15 minutos, madres y crías comienzan a nadar de
forma sincronizada en posición de alerta. Es un signo de afiliación
al grupo”, añade el experto.
Según los investigadores, estos cetáceos tienen además una
estructura social formada por compañeros permanentes, es decir,
continúan toda la vida juntos y no intercambian individuos entre los
diferentes grupos como ocurre, por ejemplo, con los delfines mulares.
Otro de los datos aportado por este estudio es que la presencia de
embarcaciones también perturba su comportamiento a la hora de la
inmersión. “Así, al inicio de la observación, suelen estar bastante
tiempo en superficie, y conforme continuamos más tiempo con ellos,
aumenta el tiempo de inmersión. Es un cambio de comportamiento que puede
afectar a su energía, ya que van a tener que gastar más en protegerse
a ellos mismos y a sus hijos, lo que limitará más el tiempo para
cazar y por tanto poder alimentar correctamente a sus crías”,
concluye.
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