En los últimos
dos años el número de miembros prácticamente se ha duplicado y se
puede percibir el interés colectivo en su evolución entre los
productores, procesadores, comerciantes, inversionistas, minoristas del
aceite de palma, ONGs y gobiernos.
Samuel McGlennon

Cuando el Secretario General de la Mesa Redonda sobre Aceite de
Palma Sostenible (RSPO, por sus siglas en inglés), Darryl Webber, se
presentó para clausurar la décima reunión de la organización, hace unas
semanas en Singapur, simplemente dijo “el RSPO está volando”.
En los últimos dos años el número de miembros prácticamente se ha
duplicado y se puede percibir el interés colectivo en su evolución entre
los productores, procesadores, comerciantes, inversionistas,
minoristas del aceite de palma, ONGs y gobiernos.
Sin embargo esta afirmación no debería sugerir que el vuelo de la
RSPO ha sido o será fácil y sin preocupaciones. El gran logro de la
RSPO, al igual que el de otras mesas redondas anteriores a esta, ha sido
juntar a una amplia variedad de actores detrás de una aspiración
común: transformar y hacer sostenibles los mercados mundiales para el
aceite de palma. Nadie negaría los desafíos que implica tal aspiración
para la RSPO, especialmente en la coyuntura actual, cuando la primera
revisión de los principios y criterios de la organización está por
vencer. En efecto, los miembros de la RSPO parecen estar muy
conscientes de que el futuro de su empresa colectiva se encuentra en
una posición delicada.
¿De dónde surge esta incertidumbre? Ciertamente no del futuro del
aceite de palma, considerando que es el aceite vegetal más voluminoso a
nivel mundial. La demanda de aceites vegetales en general ha estado
aumentando en forma consistente durante décadas, tendencia en la que el
aceite de palma está destinado únicamente a prosperar, dada su
versatilidad y los bajos costos de producción (especialmente en el
sudeste asiático). La producción del aceite de palma se está expandiendo
en África Occidental, el hogar ancestral de la palma, así como en
América Latina, donde con cierta frecuencia ha evitado contribuir a la
deforestación permaneciendo dentro de la frontera agrícola.
El desafío para la RSPO es demostrar que el crecimiento continuo del
aceite de palma, tanto geográfica como volumétricamente, puede ser
sostenible económica, social y ambientalmente. En el sudeste asiático,
área donde se genera el 90% de la producción, su historia ha tendido a
sugerir lo opuesto: grandes áreas de bosque han sido deforestadas y no
se ha hecho caso a muchos intereses de la comunidad por abrirle el
camino a este cultivo innegablemente rentable.
Aunque también es cierto que algunos productores de aceite de palma
han tratado de romper esta tendencia observando estándares de gestión
impecables. Justo antes de la mesa redonda, Greenpeace publicó una
“tarjeta de resultados” de los productores que representan casi un
cuarto de la producción mundial, calificando con el puntaje más alto en
tres indicadores ambientales clave a Agropalma (Brasil), New Britain
Palm Oil Ltd. (Papua Nueva Guinea), Golden Agri-Resources (Singapur)y
Wilmar International (Singapur).
Una función principal de la RSPO – de hecho uno de sus propósitos al
fundarse– es recompensar a estos productores por sus esfuerzos,
vinculándolos con procesadores y minoristas que están dispuestos a
brindar acceso al mercado y/o un precio “premium”. Una fuente notable de
frustración en la mesa redonda reciente fue el hecho de que la mitad
del aceite de palma producido actualmente con los requerimientos de RSPO
no puede ser vendido como tal (ya que la demanda va a la zaga del
suministro); aun cuando se podría, los precios “premium” pueden ser
marginales. Si bien la invitación de la RSPO a los productores se puede
leer como una medida de éxito, será importante encontrar formas para
incrementar la demanda de aceite de palma certificado con el fin de
mantener a esos productores a bordo.
La ambición de aumentar la cobertura de la RSPO entre los proveedores
de aceite de palma se dificulta debido a otra característica: los
primeros en unirse a este esquema son casi siempre los proveedores con
el mejor desempeño social y ambiental pre-existente. Estos proveedores
tienen un menor déficit que compensar para poder lograr el cumplimiento,
y sus principios de gestión frecuentemente ya están alineados con los
que promueve la RSPO. En términos académicos esto se conoce como un
‘sesgo de autoselección’, y el desafío que le plantea a la RSPO para la
inclusión de otros proveedores es el mayor esfuerzo que ellos
requerirán progresivamente.
A pesar de estas y otras tensiones, no hay duda de que los logros de
la RSPO a la fecha son dignos de alabanza. En menos de una década ha
reunido exitosamente a más de mil miembros que representan el espectro
total de entidades interesadas en este producto valioso. Actualmente
certifica el 14%, o más de siete millones de toneladas, de la producción
mundial de aceite de palma. Con votaciones mayoritarias para las
resoluciones propuestas, la organización funciona democráticamente,
característica que sigue siendo su fuente principal de credibilidad en
la formulación de políticas sobre el aceite de palma. Pero esta
naturaleza democrática es también el talón de Aquiles de la
organización.
Se vislumbran algunos casos críticos para la RSPO: decisiones
pendientes sobre los niveles aceptables de emisiones de gases de efecto
invernadero, medidas de protección para áreas de conservación de alto
valor, y el punto clave de las plantaciones de turba (principalmente en
Indonesia). Lo arriesgado de la RSPO, al igual que de todas las demás
mesas redondas, es que estos asuntos se pueden resolver a satisfacción
de cada uno de sus miembros sin violar los diferentes mandatos y
principios.
Existen razones de esperanza. Durante la mesa redonda, llamó mi
atención la apertura entre los miembros durante las conversaciones.
Junto al compromiso firme de los miembros con la aspiración de la RSPO,
esta apertura coloca a la organización en buena posición para abordar
los retos que le quedan por delante. El hecho de que la RSPO pueda o no
superar estos obstáculos determinará en gran medida, a los ojos de sus
muchos miembros y seguidores, si la producción de aceite de palma puede
ser sostenible a una escala suficientemente grande para afectar
positivamente a las ‘personas, el planeta y las ganancias’.
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