sábado, 1 de junio de 2013

Entre la Esgueva y el Cerrato, una ruta por los montes y los mares de Castilla

Además de las numerosas rutas naturales catalogadas que existen en la provincia de Valladolid, hay otras sin señalizar que ofrecen un bonito paseo en esta época en la que los campos verdean y el viento mece los campos de Castilla.


Un posible ruta, de unos ocho kilómetros y apta para caminantes y ciclistas, discurre entre las provincias de Valladolid y Palencia, en esa zona limítrofe que es la confluencia entre el Valle Esgueva y el Cerrato palentino.
El punto de partida es Amusquillo, una pequeña localidad vallisoletana, bañada por uno de los pocos ríos femeninos españoles, la Esgueva, afluente del Pisuerga al que Quevedo y Góngora dedicaron letrillas que hacían reír a la Corte española del siglo XVII, por aquel entonces en que Valladolid era capital y residencia real.
Al salir del pueblo, se emprende el camino por la carretera que lleva a Alba de Cerrato y sube por la zona llamada de El Terrero, unas laderas de las que antaño los tejeros del pueblo extraían la tierra para elaborar tejas y ladrillos.
Y no sólo eso, ya que en estas tierras que conforman un bonito mirador sobre el pueblo, se asientan también viñas centenarias y antiguas bodegas excavadas en la tierra.
Durante la subida por la carretera es muy probable encontrarse con algún conejo de los muchos que habitan en "huras" o madrigueras en el interior de estas laderas.
Se toma el primer desvío a la derecha para pasear entre tierras de labor y hallar, tras un repecho, la fuente de La Pililla, con arco de piedra y doble abrevadero.
La Pililla se encuentra junto a una zona de recreo cobijada bajo una arboleda; un lugar donde los "garullos" -habitantes de Amusquillo- se reúnen para comer y pasar algunas tardes de verano.
Se continúa por la carretera, para tomar más adelante el camino de Vertavillo, flanqueado por los verdes trigales del pago de la Calera, que toma su nombre de la cal de sus tierras.
El camino que sale a la derecha lleva a ras del páramo, a la Tierra Colorada, donde se encuentra un monte de encinas y robles. Desde aquí podremos observar una bonita panorámica sobre los pueblos del Valle Esgueva, y, con un poco de suerte, también algún ciervo trotando por los trigales.
La avifauna de esta zona es variada, pero abundan aves agrícolas, como la perdiz roja, el alcaurín, el triguero, la calandria, la tórtola común, el escribano hortelano o la curruca tomillera.
El camino de la izquierda guia hasta el Monte Viejo o "Barranco de las tres rayas", una zona donde confluyen los términos municipales de Vertavillo, Torre de Esgueva y Amusquillo.
Se entra en el Valle de Arranca, donde un hito en el curso del camino señala que entramos en provincia de Palencia, y más concretamente en el municipio de Vertavillo, zona de interés comunitario (LIC) y de observación de aves.
El trazado lleva hasta Tablada, un pastizal rodeado por árboles en medio de este valle, con un pozo en buen estado de conservación y usado antiguamente por los pastores que guiaban su ganado hasta Extremadura por la Cañada Real Burgalesa, que atraviesa este valle.
Es esta un cañada montaraz y solitaria, que ha sido tierra de pastores -y de lobos- como atestiguan los chozos de piedra que pueblan el camino, y que, en este tramo, era conocida por los trashumantes como "Los Páramos", una región de monte por la que avanzaban días y días sin encontrarse un alma. 
Gracias a la existencia de esta vía pecuaria se ha podido conservar la vegetación natural de este valle, uno de los pocos no cultivados del Cerrato.
pilillaLa vuelta se hará por el mismo camino, pero esta vez por una senda que se adivina a la izquierda, entre encinas, para salir a otro camino entre sembrados, el camino de Valseco.
Se toma el camino a la derecha, que oculta, entre encinas y robles, en medio de las tierras de labor, un pozo que usan los pastores que traen a sus ovejas a pastar por estas tierras, "el pocillo". A 800 metros de altura no es extraño que existan por la zona pequeños pozos naturales.
El camino desemboca en la carretera de Alba, cuyo trazado se sigue hasta Amusquillo.
Es probable que el paseo haya despertado el apetito, por lo que nada mejor que degustar un lechazo castellano de los ganaderos de la zona, asado en el horno de leña de la panadería, y regado con unos vinos de las bodegas de Amusquillo, que por su cercanía con la ribera del Duero mantiene una tradición vitivinícola. EFE

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