En Rutland Water, paraje natural de Inglaterra, no dejan de recibir
turistas. Un reciente estudio determinó que el 37% de los viajeros que
llegaban hasta allí lo hacían en busca de un mismo objetivo: avistar
águilas pescadoras. En Gales un puesto de observación exclusivo para
esta especie eleva su visitas a las 37.000 anuales. Y en el condado de
Sutherland, en Escocia, las economías locales se han volcado tanto en
atender a los ornitólogos que muchas villas dependen ya de ellos, con
ingresos superiores a los tres millones de euros al año. Andalucía tiene
esa cuenta pendiente. Durante la última década ha invertido en recuperar especies casi extinguidas
como el ibis eremita o el águila pescadora. El éxito de estos programas
abre ahora la oportunidad de la segunda fase: convertir escenarios como
los embalses y humedales de Cádiz y Huelva en referentes internacionales de este tipo de turismo, como ejemplo de la conservación ornitológica.
El último hito de esta conservación se ha presentado esta semana. Es
la confirmación de que Andalucía cuenta ya con una población
reproductora de águilas pescadoras
y la certeza de que continúe reproduciéndose en este territorio.
Expertos internacionales vienen supervisando desde 2003 el proyecto de
reintroducción de esta especie, después de darse casi por extinguida en
el siglo XX. En Andalucía las águilas pescadoras casi desaparecieron por completo en los años 60. El desarrollo turístico fue letal porque destruyó muchos de sus hábitats.
El águila pescadora es muy fácil de identificar por su color blanco y
su antifaz negro en la cara. Tienen lo que se conoce como cuarteles de
invierno en África pero suelen regresar para reproducirse al lugar donde
han nacido, de ahí la importancia del éxito de su estancia en
Andalucía. Comen pescado, de ahí su sobrenombre. Atrapan los peces con
sus garras en vuelos rasos por embalses y ríos. Son fieles. Mantienen
sus parejas de por vida. Eligen atalayas para otear a sus posibles
presas y suelen utilizar los mismos posaderos para comer. Su esperanza
de vida ronda los 20 años. Ahora mismo sigue catalogada como vulnerable.
El libro rojo de los vertebrados amenazados la señala como especie en
peligro crítico.
Desde 2003 peritos de Alemania, Finlandia, Escocia y España
comprobaron las posibilidades de traer desde fuera algunos polluelos y
fomentar su cría y reproducción en Andalucía. La comunidad ofrece
ventajas por disponer de muchos hábitats potenciales para la
nidificación como las áreas costeras y los embalses. En Cádiz, los de
mayor potencialidad son los de Barbate, Guadalcacín, Arcos y Bornos. El
proyecto fue auspiciado por la Consejería de Medio Ambiente y contó con
la investigación científica de la Estación Biológica de Doñana
(CSIC) y la dirección técnica de la Fundación Migres. Una década
después el éxito se ha consumado. “Todas las simulaciones realizadas
indican que la andaluza es una población ascendente y que no existe
ninguna probabilidad de que se extinga”, salvo que ocurriera algún hecho
grave e impredecible.
En Andalucía ya hay nueve parejas que se han asentado en 13
territorios diferentes. Han sacado adelante un total de 31 pollos. Los
15 últimos han nacido esta última primavera. Han elegido como sus nuevos
hogares entre el embalse del río Barbate, el Parque Natural de los
Alcornocales, de Cádiz, y el paraje natural Marismas del Odiel, en
Huelva.
El éxito abre las puertas de una segunda fase. La Junta quiere que
esta inversión y esfuerzo científico revierta sobre estos territorios
naturales. Lo mismo que ha ocurrido en Inglaterra, Gales o Escocia.
Busca que las águilas atraigan visitantes y cambien para mejor las
economías de estos pueblos. “Tenemos un patrimonio natural envidiable.
Somos capital europea de la conservación. Hemos conseguido reintroducir
una especie emblemática y es el momento de usar todo esto para recuperar
territorios, embalses o fincas”, subraya el delegado de la Consejería
de Medio Ambiente en Cádiz, Federico Fernández. Eso conlleva iniciativa
pública, con medidas agroalimentarias para mejorar territorios, y
también privada, para que el sector turístico y hostelero pueda
beneficiarse del interés internacional por la ornitología.
Algo más de una década
- 1999. La Junta encarga un estudio para recuperar el águila pescadora.
- 2000 y 2003. Se diseña el proyecto, se eligen los lugares de suelta y los países donantes.
- 2003. Cuatro pollos de águilas de Finlandia se quedan seis semanas en el embalse del Barbate, en Cádiz.
- 2005. Una pareja reproductora se instala en el embalse del Guadalcacín, a 20 kilómetros del punto de liberación
- 2007. Las aves reintroducidas vuelven a Cádiz tras haber permanecido dos años en su cuartel de invierno en África.
- 2009. Nacen los tres primeros pollos de ejemplares reintroducidos en Cádiz.
- 2013. Los pollos de nueve parejas reintroducidas e instaladas en Andalucía suman 31 ejemplares.
“Hay pocos sitios en el mundo como Cádiz para el avistamiento de
aves. Tenemos el Estrecho, gran cantidad de humedales, unos embalses con
muchas posibilidades y una campiña que, hasta ahora, ha sido la gran
olvidada”, destaca Fernández. “Si funciona, podemos tener ante nosotros
la nueva gallina de los huevos de oro”, añade el delegado, quien cita
expresamente los éxitos de Escocia o también de Estados Unidos con
pueblos que han triunfado volcándose en las águilas.
Para lograr la reintroducción del águila pescadora hubo que buscar
las condiciones óptimas para la cría de los ejemplares. Se construyeron
nidos y posaderos, se hizo un seguimiento de las poblaciones, hubo que
hacer vigilancia para evitarles molestias, se procedió al anillamiento
de la especie. Todo arrancó en 2003 cuando por primera vez cuatro pollos
de águila pescadora, procedentes de Finlandia se quedaron un mes y
medio en un nido artificial construido a orilla del embalse del río
Barbate. Este mismo método, el traer ejemplares del extranjero, y probar
su adaptación a escenarios andaluces se repitió a una media de 20
ejemplares anuales.
Los expertos calculan que se han traído 182 pollos de la especie. 95
fueron a la provincia de Cádiz y los otros 87 se situaron en las
Marismas del Odiel, en Huelva. Hubo que esperar a 2005 a que una primera
pareja se estableciera en el embalse del Guadalcacín, a unos 20
kilómetros de donde había sido liberada. El segundo paso importante se
dio poco después cuando tras abandonar Cádiz para invernar en África
regresaron a su hogar gaditano. En 2009 tuvieron a sus tres primeros
pollos, hasta llegar a los 31 sumados en 2013.
El trabajo para confirmar la conservación de la especie no ha
terminado. Los expertos han recomendado a la Junta de Andalucía un
seguimiento intensivo de la población durante, al menos, cinco años más.
También instan a instalar nidos artificiales y plataformas para
promover su permanencia. Reclaman una búsqueda de territorios adecuados
para la reproducción y conectar las poblaciones de Cádiz y Huelva a
través de Sanlúcar de Barrameda. Las águilas ya vuelan solas, pero
todavía necesitan mimo.

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