jueves, 1 de noviembre de 2012

Geoingeniería con fertilización oceánica en Canadá


Aunque existe una moratoria internacional contra la geoingeniería, los promotores de la manipulación climática no muestran escrúpulos para avanzar sus objetivos, aunque sea ilegalmente y abusando de comunidades indígenas.
Un caso de fertilización oceánica a gran escala (una de las técnicas de geoingeniería) realizado recientemente afuera de las costas de Canadá, ha levantado una marea de protestas nacionales e internacionales, llegando hasta la India, a las recientes sesiones del Convenio de Diversidad Biológica que justamente tenía en su agenda el tema de la geoingeniería.
Detrás del proyecto está un conocido cuatrero de la geoingeniería: Russ George, ex director de Planktos Inc, empresa que quebró después de la instalación de la moratoria contra fertilización oceánica en Naciones Unidas. George intentó hacer este tipo de vertidos antes en las islas Galápagos y Canarias, pero fue detenido.
Esta vez, Russ George, renacido como jefe científico del proyecto, realizó un vertido de más de 100 toneladas de partículas de sulfato de hierro a 200 millas de Haida Gwaii, llamado antes Queen Charlotte Islands, en el Pacífico canadiense. Para lograrlo, presentó el proyecto a una aldea de la nación indígena Haida, como recuperación del salmón, alegando que el crecimiento de plancton aumentaría la pesca y la economía de la empobrecida comunidad. Además, les auguró cuantiosos ingresos por la venta de créditos de carbono. Un colega suyo, John Disney, que antes tenía una empresa de créditos de carbono, le ayudó a entrar a la comunidad, porque aunque no es indígena, es oficial de desarrollo del consejo comunitario.
Con estas promesas, sin informarles de las moratorias existentes en Naciones Unidas, y pese a la polémica y divisiones que surgieron en la comunidad por el tema de créditos de carbono, formaron la empresa Haida Salmon Restoration Corporation (HSRC), donde la comunidad es accionaria y es quien aparece ahora como responsable del vertido. Para financiar el proyecto, la empresa recibió más de un millón de dólares de fondos de un fideicomiso para desarrollo de los Haida, y asumió un préstamo de otros 2.5 millones de dólares, dinero que usaron Disney y George para contaminar el mar con este vertido. Así, la eventual bancarrota de este nuevo emprendimiento de estos cuatreros y las deudas que queden, serán cargadas a esta comunidad indígena.
Luego de conocer los hechos, el consejo de la nación Haida emitió un comunicado condenando el proyecto.
George recibió también apoyo de instituciones oficiales de Estados Unidos y Canadá, con sofisticados equipos para realizar y monitorear las actividades. Por tanto, ambos gobiernos contribuyeron a la violación de las regulaciones internacionales, aunque ante el escándalo, alegan que no tenían conocimiento del proyecto en totalidad.
La fertilización oceánica se basa en la teoría de que si se agrega hierro o urea en ciertas zonas del mar, se provoca un aumento súbito de plancton, lo cual absorbe carbono de la atmósfera y luego lo lleva al fondo del mar. Esta teoría llevó a la creación de empresas que pretendían usar el método para obtener créditos de carbono y comerciarlos. Planktos, la más conocida, vendía indulgencias de carbono a cualquier persona, que luego introducir sus datos en una calculadora de carbono en la página electrónica de la empresa –según tamaño de familia, tipo de vivienda, automóvil, etcétera– se le informaba la suma que debía pagar a Planktos para que la empresa echara al mar la cantidad de hierro equivalente a su deuda.
Planktos trató de realizar un vertido a gran escala en 2007 en los mares de las islas Galápagos, pero Ecuador reaccionó a tiempo para impedirlo, y esto fue determinante para que el convenio de Londres (sobre vertidos y contaminación en los mares) llamara a tener extrema precaución con la fertilización oceánica por sus graves impactos potenciales. Posteriormente, el convenio de diversidad biológica (CDB) fijó una moratoria contra la fertilización oceánica, exceptuando experimentos de pequeña escala, solamente para investigación científica y que en ningún caso pueden recibir créditos de carbono. En 2010 extendió la moratoria a la mayoría de las propuestas de geoingeniería, tanto marinas como terrestres y de manejo de la radiación solar.
Existen numerosos estudios científicos que muestran que la fertilización oceánica produce un aumento súbito de plancton, pero esto lleva a un desequilibrio de la cadena alimentaria marina, además de otros efectos graves como falta de oxígeno en las capas más profundas del mar, produciendo muerte de la vida en esos estratos, crecimiento de algas tóxicas y otros. Además, la absorción de carbono no es permanente, ya que vuelve a la superficie a través de la cadena alimentaria.
El vertido realizado ahora en Haida Gwaii cubre más de 10 mil kilómetros cuadrados, por lo que científicos marinos han expresado su alarma y repulsa por el proyecto. Los impactos, afirman, se verán en los próximos meses y años.
Canadá, como firmante de los convenios internacionales que establecen la moratoria contra fertilización oceánica y geoingeniería, deberá dar cuenta ante ellos. En las negociaciones del CBD en India, Canadá obstruyó activamente que se tomaran nuevas medidas para prevenir el uso de la manipulación climática, por ejemplo, que se limitara la investigación solamente a laboratorio. ¿Le bastará con 10 mil kilómetros cuadrados de contaminación marina?
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