jueves, 7 de febrero de 2013

La flor del invierno

Un aforismo chino recomienda, para ser feliz, hacerse jardinero. De Oriente precisamente arribó en el siglo XVI un barco cargado de... plantas del té (Camellia sinensis) junto a otras teáceas que sobrecogían por la vistosidad, delicadeza y dimensiones de sus pétalos, lo mismo que por el ornato de su hoja perenne y sin espinas.
Conocíamos que Galicia era la patria de las camelias. Ahora sabemos que el dulce clima atlántico del oeste asturiano, en plena Comarca Vaqueira, le sienta a las mil maravillas a esta flor de esplendente cromática que vive su eclosión anual hasta el mes de abril. Reina del invierno que, con alguna episódica salvedad, es inodora. La Dama de las Camelias, la cortesana a la que Dumas (hijo) dio hálito de vida literaria, se adornaba siempre con ellas, lindezas aparte, debido a una alergia. Su delicadeza es tal que Coco Chanel adoptó la japónica alba plena en su logotipo. En el lenguaje floral, camelia es sinónimo de constancia.

Coleccionistas y curiosos tienen una cita en Luarca, capital del concejo de Valdés, el 23 y 24 de febrero, a raíz de la I Exposición de Camelias (entrada gratuita; teléfono 608 21 69 67). Su fácil hibridación hace que la competencia sea feroz entre el medio centenar de expositores. De las casi 30.000 variedades existentes, se pondrán a la luz medio millar en formato de flor cortada. La especie japónica, o rosa de Japón, la que ha dado lugar a la mayoría de variedades de jardín, ocupa un lugar en el joyero. Abrimos el joyero y salen camelias como la especie reticulata, cultivada en los templos del sureste chino, y la hibridación denominada “higo”, reservada en exclusiva a los samuráis. Asimismo, la exposición contará con sasanquas y japónicas Kramer, ambas, esta vez sí, aromáticas.
Conviene reparar en el continente expositivo, el Círculo Liceo (1910), obra del arquitecto de origen asturiano (nació en Cuba) Manuel del Busto, de quien veremos después el elegante consistorio, la Casa Trelles, y, en el barrio de Barcellina, Villa Excélsior (se está tramitando la licencia como hotel de lujo).

Pastelerías

Con el apetito florístico y monumental saciado, es hora de atender otras necesidades más mundanas. Si hay un dulce emblemático en Luarca, ese es el milhojas, de crema pastelera o nata; lo pedimos en la confitería Karana (Crucero, 8). Otros vienen a La Luarquesa (Peña, 2) por sus biscuits para el café y sus galletinas de chocolate con naranja. Para pinchos y tablas de queso, bar El Cambaral (Rivero, 16). Durante la subida a la capilla de El Chano, lo que vemos es el urbanismo amoldado a los meandros del río Negro, que desmembra La Villa Blanca de la Costa Verde.

Para estimular al viajero ávido de descubrimientos florísticos son ideales los jardines de la Fonte Baixa, propiedad de José Javier Rivera, fundador de Panrico. Ocurre que las 20 hectáreas, efervescentes de vida, aprovechan las irregularidades de los verdes acantilados sin perder de vista el faro. Conviven plantas de los cinco continentes en esta caja de biodiversidad paisajística diseñada por Rafael Ovalle y desarrollada en un plazo tan corto como son 18 años. El guía José Manuel Alba, que nunca repite itinerario, hace especial hincapié en las 200 variedades de camelias (entre ellas, una de las más antiguas de Europa) sobre un total de 2.000 ejemplares. La visita pide una dosis alta de tiempo: tres horas como mínimo, que se hacen cortas en este laberinto vegetal que se esponja tanto como se desee. Solo azaleas y rododendros —ambos en flor— hay 2.500 de cada. El brezo de Sudáfrica, que se extiende como una mancha de nieve, seduce en la misma medida que el magnolio portugués, del que brota primero la flor y posteriormente la hoja. Fijan también la atención helechos de Tasmania, uno de los primeros vegetales que brotaron en la Tierra. Entre los nueve miradores, el de las Columnas exhala una calma balsámica frente por frente del Cantábrico.

Cementerio marino

El museo dedicado a los calamares gigantes es una estampa incorporada al ámbito visual de Luarca. Y destaca también el cementerio con vistas al mar. Buscar la tumba de Severo Ochoa es una actividad tan turística como fotografiar en el barrio de Villar las mansiones indianas que marcan el camino al cabo de Busto, uno de los mejor preservados de la costa cantábrica.

A la entrada nos reciben 25 hectáreas de camelias, planta arbustiva, pero que en condiciones óptimas adquiere proporciones arbóreas. Se trata de uno de los viveros más importantes de Europa, cuyos dueños, Laura Rodríguez y Rafael Ovalle, abrieron el año pasado en Busto el hotel tematizado La Casa de las Camelias (www.lacasadelascamelias.com), dirigido por su hija, Laura. En verdad, este accidente geográfico está íntimamente vinculado al apellido Ovalle. Joaquina gestiona con simpatía arrolladora el hotel Cabo Busto (www.cabobusto.com), y su hijo Jonathan destapa el tarro de las esencias pasteleras en su tienda-obrador con los casadielles y su original pastel Asturias.

Seguidamente vamos al mirador del Tiro (1,1 kilómetros contando desde la capilla de salida de Busto) y caminamos bordeando los acantilados entre el cañoneo de la espuma. La fuerza del viento suele ser noticia en los informativos estatales (ir abrigados), de ahí la prodigalidad en el cabo de cipreses Leylandii a modo de pantalla cortavientos.

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