Un aforismo chino recomienda, para ser feliz, hacerse jardinero. De
Oriente precisamente arribó en el siglo XVI un barco cargado de...
plantas del té (Camellia sinensis) junto a otras teáceas que
sobrecogían por la vistosidad, delicadeza y dimensiones de sus pétalos,
lo mismo que por el ornato de su hoja perenne y sin espinas.
Conocíamos que Galicia era la patria de las camelias. Ahora sabemos
que el dulce clima atlántico del oeste asturiano, en plena Comarca
Vaqueira, le sienta a las mil maravillas a esta flor de esplendente
cromática que vive su eclosión anual hasta el mes de abril. Reina del
invierno que, con alguna episódica salvedad, es inodora. La Dama de las
Camelias, la cortesana a la que Dumas (hijo) dio hálito de vida
literaria, se adornaba siempre con ellas, lindezas aparte, debido a una
alergia. Su delicadeza es tal que Coco Chanel adoptó la japónica alba
plena en su logotipo. En el lenguaje floral, camelia es sinónimo de
constancia.
Coleccionistas y curiosos tienen una cita en Luarca, capital del
concejo de Valdés, el 23 y 24 de febrero, a raíz de la I Exposición de
Camelias (entrada gratuita; teléfono 608 21 69 67). Su fácil hibridación
hace que la competencia sea feroz entre el medio centenar de
expositores. De las casi 30.000 variedades existentes, se pondrán a la
luz medio millar en formato de flor cortada. La especie japónica, o rosa
de Japón, la que ha dado lugar a la mayoría de variedades de jardín,
ocupa un lugar en el joyero. Abrimos el joyero y salen camelias como la
especie reticulata, cultivada en los templos del sureste chino, y la
hibridación denominada “higo”, reservada en exclusiva a los samuráis.
Asimismo, la exposición contará con sasanquas y japónicas Kramer, ambas,
esta vez sí, aromáticas.
Conviene reparar en el continente expositivo, el Círculo Liceo
(1910), obra del arquitecto de origen asturiano (nació en Cuba) Manuel
del Busto, de quien veremos después el elegante consistorio, la Casa
Trelles, y, en el barrio de Barcellina, Villa Excélsior (se está
tramitando la licencia como hotel de lujo).
Pastelerías
Con el apetito florístico y monumental saciado, es hora de atender
otras necesidades más mundanas. Si hay un dulce emblemático en Luarca,
ese es el milhojas, de crema pastelera o nata; lo pedimos en la
confitería Karana (Crucero, 8). Otros vienen a La Luarquesa (Peña, 2)
por sus biscuits para el café y sus galletinas de chocolate con naranja.
Para pinchos y tablas de queso, bar El Cambaral (Rivero, 16). Durante
la subida a la capilla de El Chano, lo que vemos es el urbanismo
amoldado a los meandros del río Negro, que desmembra La Villa Blanca de
la Costa Verde.
Para estimular al viajero ávido de descubrimientos florísticos son
ideales los jardines de la Fonte Baixa, propiedad de José Javier Rivera,
fundador de Panrico. Ocurre que las 20 hectáreas, efervescentes de
vida, aprovechan las irregularidades de los verdes acantilados sin
perder de vista el faro. Conviven plantas de los cinco continentes en
esta caja de biodiversidad paisajística diseñada por Rafael Ovalle y
desarrollada en un plazo tan corto como son 18 años. El guía José Manuel
Alba, que nunca repite itinerario, hace especial hincapié en las 200
variedades de camelias (entre ellas, una de las más antiguas de Europa)
sobre un total de 2.000 ejemplares. La visita pide una dosis alta de
tiempo: tres horas como mínimo, que se hacen cortas en este laberinto
vegetal que se esponja tanto como se desee. Solo azaleas y rododendros
—ambos en flor— hay 2.500 de cada. El brezo de Sudáfrica, que se
extiende como una mancha de nieve, seduce en la misma medida que el
magnolio portugués, del que brota primero la flor y posteriormente la
hoja. Fijan también la atención helechos de Tasmania, uno de los
primeros vegetales que brotaron en la Tierra. Entre los nueve miradores,
el de las Columnas exhala una calma balsámica frente por frente del
Cantábrico.
Cementerio marino
El museo dedicado a los calamares gigantes es una estampa incorporada
al ámbito visual de Luarca. Y destaca también el cementerio con vistas
al mar. Buscar la tumba de Severo Ochoa es una actividad tan turística
como fotografiar en el barrio de Villar las mansiones indianas que
marcan el camino al cabo de Busto, uno de los mejor preservados de la
costa cantábrica.
A la entrada nos reciben 25 hectáreas de camelias, planta arbustiva,
pero que en condiciones óptimas adquiere proporciones arbóreas. Se trata
de uno de los viveros más importantes de Europa, cuyos dueños, Laura
Rodríguez y Rafael Ovalle, abrieron el año pasado en Busto el hotel
tematizado La Casa de las Camelias (www.lacasadelascamelias.com),
dirigido por su hija, Laura. En verdad, este accidente geográfico está
íntimamente vinculado al apellido Ovalle. Joaquina gestiona con simpatía
arrolladora el hotel Cabo Busto (www.cabobusto.com), y su hijo Jonathan
destapa el tarro de las esencias pasteleras en su tienda-obrador con
los casadielles y su original pastel Asturias.
Seguidamente vamos al mirador del Tiro (1,1 kilómetros contando desde
la capilla de salida de Busto) y caminamos bordeando los acantilados
entre el cañoneo de la espuma. La fuerza del viento suele ser noticia en
los informativos estatales (ir abrigados), de ahí la prodigalidad en el
cabo de cipreses Leylandii a modo de pantalla cortavientos.
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