domingo, 3 de febrero de 2013

La gran niebla que acosa Londres

Londres ya no es la ciudad en la que 4.000 personas murieron y otras 100.000 sufrieron problemas pulmonares entre el 5 y el 9 de diciembre de 1952 debido a la contaminación. Aquel fenómeno, que pasó a la historia con el nombre de “the great smog”, el gran smog, esa palabra que combina los dos elementos básicos de un fenómeno como el vivido en aquel invierno mortal: la combinación de niebla (fog) y de humo (smoke). Aquel desastre llevó a las autoridades a impulsar profundos cambios legislativos, como incentivar el uso del gas en lugar del carbón en las calefacciones centrales. Y se acabaron como por azar las famosas nieblas londinenses.
Sin embargo, un informe publicado en diciembre por la Asamblea de Londres sostiene que aún hoy, más de 4.000 personas fallecen cada año en Londres antes de tiempo debido a la polución. Eso significa que entre el 6% y el 8% de los londinenses, según los barrios, mueren por respirar partículas tóxicas que no estarían en el aire sino fuera por la actividad humana.
Como el resto de municipios británicos, Londres aplica la escala con cuatro graduaciones elaborada por el Comité de Efectos Médicos de las Sustancias Aéreas Contaminantes (COMEAP en sus siglas en inglés). Esa escala se utiliza para alertar a la población en general y los grupos de riesgo en particular sobre los peligros que implican el nivel de contaminación en cada momento, en función de la concentración de cinco contaminantes concretos: dióxido de nitrógeno, dióxido sulfúrico, ozono y partículas.
A nivel bajo (1 a 3 en una escala de 10), todos los ciudadanos pueden disfrutar de “sus actividades habituales al aire libre. A nivel moderado (4 a 6), los adultos y niños con problemas pulmonares y adultos con problemas cardiacos deben reducir esas actividades si tienen síntomas. Con un nivel alto de contaminación (7 a 9), los grupos de riesgo (incluyendo ancianos) han de reducir los ejercicios físicos enérgicos, sobre todo al aire libre, y la gente con asma ha de utilizar su inhalador con más frecuencia. Entre la población general, quienes sufran incomodidades en los ojos, resfriados o problemas de garganta deben reducir sus actividades, sobre todo al aire libre.
Si la contaminación alcanza el nivel “muy alto” (10 sobre 10), los grupos de riesgo deben evitar las actividades físicas extremas y la población en general ha de reducir los ejercicios al aire libre.
Aunque los niveles de contaminación a corto plazo varían a menudo en función de las condiciones climáticas, la polución a largo plazo se debe, al menos en el caso londinense, a dos factores humanos: las emisiones de dióxido de nitrógeno (Londres está éntrelas peores en Europa, según ese informe) y las emisiones de partículas (su concentración no se ha reducido en la capital británica desde 2004 y en algunas zonas están por encima tanto de la media británica como la europea).
Si en el pasado la contaminación se debía a las calefacciones y la actividad industrial, ahora procede sobre todo del transporte. Y ese ahí sobre todo, aunque no solo, donde la capital intenta actuar de cara al futuro promoviendo el transporte no contaminante (caminar o ir en bicicleta), los vehículos más limpios, incrementando el transporte público, mejorando la fluidez del tráfico, regulando el tráfico de mercancías, mejorando el mantenimiento de las calles y reduciendo las emisiones de los aeroplanos en los aeropuertos cercanos a la capital.

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