"Para lograr
reducciones específicas, necesitaríamos un escenario en el que, a
mediados de siglo, la economía mundial esté en transición de positivo
neto de emisiones de CO2 a negativo"
ECOticias.
La reducción de las emisiones de dióxido de carbono puede no
ser suficiente para frenar el calentamiento global, según científicos
de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, que apuestan por
desarrollar tecnologías negativas de carbono que eliminen grandes
cantidades de CO2 de la atmósfera, según sus conclusiones, recogidas en
un informe elaborado por el Proyecto del Clima Global y de Energía de
Stanford (GCEP).
"Para lograr reducciones específicas, necesitaríamos un escenario
en el que, a mediados de siglo, la economía mundial esté en transición
de positivo neto de emisiones de CO2 a negativo", dijo el coautor del
informe, Chris Field, profesor de Biología Ambiental y Ciencias de la
Tierra en Stanford. "Tenemos que empezar a pensar en cómo implementar
una estrategia de energía negativa de las emisiones a escala global",
agrega.
En el informe GCEP, la autora principal, Jennifer Milne, describe
un conjunto de negativos emergentes de carbono como soluciones al
calentamiento global a partir de tecnologías de bioenergía. "Las
emisiones netas negativas se pueden lograr cuando hay más gases de
efecto invernadero secuestrados que los que se liberan en la atmósfera
--explicó Milne, analista de la evaluación de la energía en GCEP--. Una
de las más prometedoras tecnologías de red-negativas es BECCS o
bioenergía con captura y almacenamiento de carbono".
Un sistema típico de BECCS convierte la biomasa leñosa, hierba y
otro tipo de vegetación en productos químicos, electricidad o
combustibles, tales como etanol. Las emisiones de CO2 liberado durante
el proceso son capturadas y almacenadas, por lo que la tecnología puede
ser utilizada en centrales eléctricas, fábricas de papel, fabricantes
de etanol y otras instalaciones de fabricación.
Como tecnología de carbono-negativo, BECCS aprovecha la capacidad
natural de árboles, pastos y otras plantas para absorber el CO2 de la
atmósfera para la fotosíntesis. En la naturaleza, el CO2 es liberado
finalmente de vuelta a la atmósfera como el decaimiento de la planta,
pero cuando la vegetación se procesa en una planta BECCS, las emisiones
de CO2 son capturadas y se les impide volver a entrar en el medio
ambiente, lo que resulta en una reducción neta negativa en el CO2
atmosférico.
El informe GCEP identificó 16 proyectos BECCS en diversas etapas
de desarrollo en todo el mundo. El primero se puso en marcha en 2009 por
el Departamento de Energía en un centro de producción de etanol de
maíz en Decatur, Illinois, operado por la compañía Archer Daniel
Midlands. Cada día, unas 1.000 toneladas métricas de CO2 emitidas
durante la fermentación del etanol son capturadas y almacenadas en una
formación de arenisca de unos 7.000 metros bajo tierra. El objetivo es
secuestrar 1 millón de toneladas métricas de CO2 al año, el equivalente
a retirar 200.000 automóviles de la carretera.
Para hacer el proceso de carbono negativo, los investigadores han
propuesto una coplanta de energía BECCS que funciona con una mezcla de
combustible fósil (como el carbón) y la vegetación (madera, hierba o
paja, por ejemplo). Un porcentaje de las emisiones de CO2 proceden de la
vegetación quemada, por lo que la captura y el almacenamiento de esas
emisiones sería un proceso neto negativo.
Las estimaciones indican que en 2050, las tecnologías BECCS podría
secuestrar 10 billones de toneladas métricas de emisiones industriales
de CO2 al año en todo el mundo. Pero, según el informe GCEP, se deben
superar los principales obstáculos técnicos y económicos, como la
relativa ineficacia de los combustibles de biomasa y el alto costo de la
captura y almacenamiento de carbono (CCS).
El informe citó una investigación GCEP por José Moreira, de la
Universidad de Sao Paulo, en la que usando modelos informáticos,
descubrió que desde 1975 a 2007, la producción de etanol a partir de
caña de azúcar en Brasil dio lugar a una captación neta negativa de 1,5
toneladas métricas de CO2 por metro cúbico de etanol producido.
"En este modelo, el sistema tardó 18 años para recuperar las
emisiones de carbono, con la mayoría de las reducciones procedentes de
la reposición del suelo de crecimiento de las raíces y la sustitución de
la gasolina por etanol", según los autores del GCEP. Sin embargo,
quedan dudas sobre los efectos a largo plazo de la combustión de etanol
en el clima.
SECUESTRO DE CARBONO OCEÁNICO
El informe también explora, entre otras, la posibilidad de
secuestro de carbono en el océano, con especial hincapié en el problema
de la acidificación de los océanos, que está destruyendo los arrecifes
de coral de todo el mundo. Los autores citan la investigación de David
Keith, de la Universidad de Harvard, que sugiere que el carbonato de
magnesio y otros minerales se podrían añadir al océano para reducir la
acidez y secuestrar el CO2 atmosférico absorbido en agua de mar, aunque
deben evaluarse los riesgos para el medio marino.
Keith también ha lanzado una ingeniería de carbono que se está
desarrollando a escala industrial en máquinas, como "árboles
artificiales" diseñados para capturar CO2 directamente del aire y que
requieren el uso de gas natural para operar.
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