domingo, 23 de diciembre de 2012

El bufador del Papa Luna,geología e historia en Peñíscola con sierra al fondo

Es muy probable que al refugiarse en Peñíscola, Benedicto XIII (Pedro Martínez de Luna), considerado antipapa por el Vaticano, se diera cuenta de que el accidente geológico llamado el bufador fuera un elemento disuasorio para quienes osaran asaltar el castillo donde se atrincheró.

Este aragonés de Illueca (Zaragoza) fue el último papa de la corte de Aviñón y acabó sus días en la ciudad castellonense tras un larguísimo exilio y numerosas controversias sobre la legitimidad de su pontificado sin que, pese a los intentos, consiguieran asaltar su residencia.
El bufador no es otra cosa que un agujero natural en la roca, de sesenta y cuatro metros de altura y un kilómetro de perímetro, por el que sale y entra el agua del Mediterráneo lo que produce un sonido muy peculiar.
Cuando las aguas del mare nostrum están tranquilas el bufador no pasa de ser una atracción meramente turístico geológica pero, cuando éstas se alteran, el ruido ensordecedor provoca el pánico por su sonoridad que se escucha en casi toda la ciudad vieja, que se asienta sobre la roca donde está el bufador.
Se puede ver desde la esa parte de la ciudad, entrando por el portal de Sant Pere y también, si se dispone de los medios adecuados, desde el mar y siempre con las debidas precauciones. Para los más prudentes existe también la posibilidad de tomar un pequeño barco que hace un sosegado recorrido marítimo por la zona.
El ojo atento del viajero podrá disfrutar de las magníficas vistas desde el castillo y rememorar de esta forma a Claudio Borja, protagonista de la novela "El papa del mar" de Vicente Blasco Ibáñez y encontrar a su correspondiente Rosaura Salcedo.
La ubicación de la ciudad ya es en si misma un prodigio porque se sustenta sobre una península absolutamente rocosa que está separada del litoral por un istmo de arena que hoy ha desaparecido por la construcción del puerto y otras instalaciones, pero que en tiempo de Luna separaba el peñón de la costa.
La consecuencia son calles empinadas, estrechas y ciertamente resbaladizas por lo que es aconsejable llevar calzado apropiado.
Y no lejos de este castillo templario, el observador podrá acceder al parque natural de la sierra de Irta (Baix Maestrat) que cuenta con la consideración de parque natural desde hace diez años.
Sustrato de roca calcárea blanca con espectaculares acantilados litorales, el parque es el último tramo de costa, de unos catorce kilómetros, que queda sin edificar entre Francia y Almería, según la Generalitat Valenciana, que señala en su página web que se caracteriza por hacer compatibles turismo y naturaleza de forma sostenible.
El parque está formado por dos alineaciones montañosas con una altitud máxima de 543 metros (pico Campanelles) paralelas a la costa y separadas por el valle de Estopet.
El caminante podrá elegir tres rutas diferentes, aunque hay que advertir que una de ellas es de dificultad muy alta con una duración de 2 horas y 30 minutos y es muy aconsejable avisar de que se va a hacer es recorrido.
Este recorrido empieza en Alcalá de Xivert, uno de los municipios, junto a Peñíscola y Alcossebre, que disfrutan de este parque que tiene la típica vegetación del Mediterráneo como el romero, los brezos, aliagas, tomillo, espliego, las adelfas, madroños, jaras, enebros y manzanilla.
Y, finalmente, los productos de la mar y de la tierra se combinarán perfectamente para disfrutar de un plato típico de la zona, tras el largo y un poco complicado recorrido. EFE

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