Las nieves que traen bienes abundantes, según ya
establece el refranero, reserva de aguas para el seco verano y turismo
en zonas de esquí es anuncio además de la sal que se vierte en
carreteras y cascos urbanos para evitar el hielo y se queda para siempre
en los cauces de agua españoles.
El Plan de Actuación ante Nevadas 2012-2013 en la red de carreteras
del Estado dispone de 150 máquinas quitanieves y 62 esparcidoras de sal y
almacenes de fundentes (sal) en 14 municipios, con capacidad para más
de un millón de litros.
La sal para el deshielo (Na Cl 99,40 %) es de alto contenido en
cloruro sódico y bajo en insolubles para garantizar un mejor rendimiento
si se aplica directamente sobre el asfalto y su grano está
especialmente calibrado para que se esparza con facilidad.
No es apta para el consumo humano y así se comercializa.
En los países de Europa con inviernos más rigurosos se desaconseja
usar sal como solvente para disminuir el punto de congelación del agua,
que es el efecto que tiene ese compuesto en la nieve, que, en realidad,
ni deshace ni descongela.
Francisco Díaz Pineda, catedrático de Ecología de la Universidad
Complutense y presidente de WWF hasta el año pasado, ha subrayado a
EFEverde que por su naturaleza inorgánica la sal no desaparece, se queda
en el medio y se acumula.
El camino de la sal que se esparce en el medio natural y en las
ciudades es el del agua, ha añadido, tras recordar que las carreteras
que interrumpen la conectividad ecológica y el curso natural del agua
facilitan la incorporación a las fuentes hídricas de la sal vertida.
Ha precisado, sin embargo, que el efecto de la sal en el entorno es
relativa y se debe considerar según su concentración y la madurez o
debilidad del medio que la recibe.
La capacidad de amortiguación del ecosistema determinará los efectos
de la sal agregada, ha indicado el biólogo, que ha identificado más
resistencia en los entornos maduros que en las zonas de cultivo.
Es una ecuación, ha explicado, en la que se enfrentan la intensidad
(de la exposición a la sal) y la severidad, para determinar su capacidad
de daño.
Ha recalcado, sin embargo, que no conoce ningún estudio que determine
una medición de las concentraciones de sal perniciosas en un
determinado entorno. "Lo que no se mide, es sólo opinión", ha comentado
el experto sobre sus declaraciones.
El director técnico del Colegio de Ingenieros de Montes, Jesús
González Capitán, ha identificado, por su parte, los efectos nocivos de
la sal de deshielo en los bordes y cunetas de carreteras y autopistas y
ha apuntado a una amenaza mayor: la potencial contaminación de los
acuíferos, reservas subterráneas de agua dulce a los que llega la sal
excedente.
Si en España no ha habido un debate mayor sobre este tema es porque
las grandes nevadas en centros urbanos no son muy frecuentes y porque la
sal se presenta como una solución fácil y barata, ha agregado González,
consciente de que en países con inviernos mas severos ya se utilizan
otras alternativas.
Algunos compuestos orgánicos como la urea o soluciones de melaza y
residuos de la elaboración de remolacha son igual de efectivos que la
sal y son biodegradables, ha señalado a EFEverde.
A lo largo de los caminos afectados por los vertidos de sal, la fauna
se retira y la flora autóctona se seca, dejando paso a especies
oportunistas, como la maleza halófita, que resiste suelos salobres.
La recomendación de Jesús González es "limitar y controlar" la sal
como recurso contra las heladas, que debe usarse sólo "en su justa
medida", un cálculo que ha reconocido que es complicado.
La sal mata, han coincidido los expertos, y como en los venenos, la tolerancia está en la dosis.
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