martes, 3 de diciembre de 2013

Los objetivos de la ONU contra el cambio climático tendrían resultados desastrosos, según un estudio

Un equipo internacional de investigadores propone tomar cuanto antes medidas como eliminar las subvenciones a los combustibles fósiles y aplicar una tasa por emitir CO2 que reduciría un 30% las emisiones de EEUU en una década
El 11 de diciembre de 1997, los países más desarrollados del planeta se comprometieron en la ciudad japonesa de Kioto a tomar medidas para reducir la emisión de gases de efecto invernadero. A partir de ese momento, el ritmo al que se incrementaron las emisiones provocadas por el uso de combustibles fósiles como el gas o el petróleo pasó del 1,5% al año entre 1980 y 2000 al 3% entre 2000 y 2012. Este tipo de combustibles ha continuado teniendo unas subvenciones muy superiores a las de las energías renovables y nuevas tecnologías como el fracking siguen sacando a la superficie grandes cantidades de productos que incrementan unos niveles de CO2. Estos niveles ya han llegado a niveles nunca vistos en al menos tres millones de años y el consenso científico sobre el cambio climático es total. Sin embargo, se sigue actuando de una forma contraria a la que parecería razonable frente a un problema que puede poner en peligro la civilización tal y como la conocemos.
Ahora, un amplio análisis elaborado por instituciones de todo el mundo que se publica en la revista PLoS One proporciona algunos resultados alarmantes, pero también deja entrever cierta esperanza si, por fin, la humanidad decide hacer algo. La parte negativa es que, incluso si se cumpliesen los objetivos fijados por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, de sus siglas en inglés), que estima que con una emisión acumulada de hasta 1.000 millones de toneladas de carbono desde mediados del siglo XIX habría una probabilidad de más del 66% de mantenerse por debajo de los 2 grados de incremento global de las temperaturas. Los autores, sin embargo, comparando lo que sucedió en épocas pasadas con incrementos de temperatura similares y ateniéndose a algunas evidencias de los efectos actuales del calentamiento, creen que los daños serían inaceptables.
Para empezar, indican que ya con un aumento de la temperatura de 0,8% desde el inicio de la era industrial como el actual, se están observando efectos nocivos. Según los autores, liderados por James Hansen, del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia, grandes olas de calor, como las de Europa en 2003, Moscú en 2010, Groenlandia en 2012 o Australia en 2013 se han hecho más frecuentes y cada vez hay más datos que las vinculan con el cambio climático. El comportamiento de los animales, más sensibles a los cambios en sus ecosistemas, es otra muestra de los efectos del calentamiento. Desde 1975, tres cuartas partes de las especies marinas han desplazado sus hábitats hacia los polos hasta 1.000 kilómetros en busca de temperaturas más bajas. Algo similar ha sucedido con las especies terrestres, que se han desplazado hasta 600 kilómetros en dirección a los polos y han buscado mayores elevaciones con una variación de hasta 400 metros.
Un calentamiento de 2 grados, aceptable para la ONU, provocó en el pasado subidas del nivel del mar de nueve metros
“Si el cambio climático no se detiene, muchas especies que viven en zonas polares o de alta montaña serán expulsadas del planeta”, afirman los autores del estudio. Además, algunos estudios incluidos en los informes del IPCC sugieren que un calentamiento que supere los 1,6 grados centígrados abocaría a la extinción a entre el 10% y el 30% de las especies, una cifra que podría alcanzar a casi el 52% de ellas si se llega a los 2,9 grados.
Una atmósfera más caliente, incrementaría las precipitaciones y las grandes inundaciones. Por otro lado, las elevadas temperaturas incrementarían la evaporación que podría intensificar las sequías en algunas regiones. Esto tendría efectos como los que se observaron durante la ola de calor que afectó a Europa en 2003 y provocó más de 70.000 muertes. Solo con dos grados más que en la actualidad, hace unos 120.000 años, durante el periodo Eemiano, el nivel del mar llegó a estar 9 metros por encima del actual. Con 3 grados más como los que se alcanzaron en el Plioceno, los océanos llegaron a estar hasta 25 metros más elevados que hoy.
Los cálculos de los autores indican que si se alcanzan emisiones acumuladas de 1.000 millones de toneladas de carbono, no solo se alcanzarán los 2 grados de aumento de temperatura, sino que se llegaría a 3 o 4 grados con consecuencias desastrosas. Con esas emisiones, otros gases con efecto invernadero, como el metano o el óxido nitroso, verían incrementados sus niveles que agravarían los efectos del CO2. Además, la progresiva modificación de las zonas climáticas que provoca el calentamiento dificultarían la labor de los bosques como almacenes de dióxido de carbono y se añadirían a otros procesos que irían agravando el cambio climático.
Los combustibles fósiles provocan, de manera directa o indirecta, un millón de muertos al año
El impacto cada vez más evidente de los cambios del clima, mucho más intenso de lo previsto y cuando aún no se ha llegado a un grado de incremento, debería hacer que la sociedad se replantee lo que considera un nivel peligroso de calentamiento, advierten los autores.
Para detener el desastre, los científicos creen que es necesario tomar medidas cuanto antes para no alejarse de los 500 millones de toneladas de carbono que ya se habían emitido en 2011. Para lograrlo, creen que es necesario, en primer lugar, eliminar las grandes subvenciones que obtienen los combustibles fósiles. Esta fuente de energía solo es barata porque, además de recibir esas subvenciones de manera directa e indirecta, no pagan los costes que cargan a la sociedad. La contaminación del aire o el agua fruto de la extracción de estos combustibles tiene unos costes que, según los autores, incluyen la muerte de un millón de personas al año, y no se tienen en cuenta a la hora de calcular su precio.

Un precio por emitir CO2

Respecto a la política básica que sería necesaria para caminar hacia una economía sin carbón, los científicos recomiendan que la emisión de CO2 tenga un precio que integre los costes que hasta ahora no se tienen en cuenta dentro de lo que los usuarios pagan por la energía. Además, los precios deberían incrementarse de una manera predecible para permitir que los ciudadanos y los negocios se adapten a las nuevas circunstancias. La propuesta de precio de los autores sería de 15 dólares por tonelada con un incremento del precio de 10 dólares por tonelada al año. Así, calculan, en diez años se podrían reducir en un 30% las emisiones de CO2 en EEUU.
Noruega, un país muy concienciado contra el calentamiento, ha ampliado sus perforaciones petrolíferas en el Ártico
Además, proponen otras medidas, como la mejora de las centrales nucleares, para poder incorporar este tipo de energía, baja en emisiones de dióxido de carbono, con mayor seguridad y eficiencia que ahora. “La mayoría de las centrales nucleares actuales tienen una tecnología de hace 50 años con reactores de agua ligera”, explican los autores. Estas plantas “utilizan menos de un 1% de la energía que contiene el combustible nuclear, dejando el combustible sin utilizar como residuos nucleares de larga duración que deberán ser almacenados durante milenios”, añaden. Los reactores del futuro pueden utilizar el 99% del combustible nuclear reduciendo al mínimo los residuos producidos.
Por si fuera poco, el artículo considera que la tasa sobre la emisión de carbono y el cambio global del sistema energético generaría una gran cantidad de puestos de trabajo ayudando a que muchos países que aún sufren dificultades económicas tras la crisis encontrasen una salida. La guerra contra el cambio climático tendría así un efecto reactivador similar al que la Segunda Guerra Mundial tuvo sobre EEUU, pero en este caso sin provocar millones de muertos.
Por último, los autores advierten de que si las soluciones frente al cambio climático siguen basándose en la fijación de objetivos nacionales para la reducción de emisiones y sistemas de comercio de derechos de emisión como los propuestos tradicionalmente, el fracaso estará “prácticamente garantizado”. El ejemplo, según ellos, es el caso de Noruega. Este país, como el resto de los países nórdicos, es uno de los más implicados en la reducción de emisiones, pero solo en parte. La búsqueda de la eficiencia energética o de fomentar que sus industrias produzcan menos CO2 no les ha impedido aprobar, a través de la compañía estatal Statoil, un plan para ampliar sus perforaciones en búsqueda de petróleo en el Ártico.

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