domingo, 8 de diciembre de 2013

los desiertos blancos del salar de Uyuni

Es como entrar en otra era histórica. Retroceder hasta un tiempo tan antiguo en el que solo te puedes imaginar un mundo poblado por seres mitológicos. El salar de Uyuni es el más grande del mundo y está rodeado de lagunas coloradas, volcanes, un cementerio de ferrocarriles del siglo XIX, islas solitarias repletas de cactus gigantes y pequeñas localidades dedicadas a la extracción de sal y al turismo.
El salar de Uyuni tiene 11 mil kilómetros cuadrados y está ubicado a unos 3.650 m.s.n.m. Se accede a él desde la localidad homónima, en la que se encuentra el aeropuerto, las agencias y camionetas 4×4 que recorren el desierto, algunos servicios y una atmósfera de todo lo que te ubica en el Lejano Oeste.
TRENES FANTASMAS Y CACTUS GIGANTES
La primera recomendación que dan para entrar al salar es llevar lentes de sol para que el blanco perfecto de la sal no te ciegue, y bloqueador solar. A partir de ahí comienza un periplo que recorre gran parte de esa superficie plana. En ese recorrido se atraviesa un antiguo cementerio de trenes y ferrocarriles a vapor de la época dorada de la minería, cuando los vagones cargados de mineral unían ciudades como Potosí, Oruro y La Paz. Ahora solo quedan cientos de máquinas bajo el sol en un espectáculo visual que hace las delicias de cualquier fotógrafo.
Antes de entrar propiamente en el salar se llega a la comunidad de Colchani, dedicada a la extracción de sal, a través de la preparación de pequeños montículos con los que se elimina la mayor cantidad posible de agua. Frente a Colchani se abre, en toda su inmensidad, esa superficie blanca en la que se aprecia la curvatura de la tierra y, en ese horizonte, los cerros y volcanes. A partir de ahí se depende de las 4×4, o de las bicicletas, porque también hay quienes recorren este desierto en dos ruedas.
En la mitad de la nada aparece Incahuasi, una isla de origen volcánico en la que crecen cactus hermosos y gigantes. Es la parada obligatoria para todos los que recorren Uyuni. En las expediciones más largas, que incluyen pernoctar en el desierto, también se llega a lagunas de colores, rojo o verde. Para el resto, se viaja hasta la comunidad de Coquesa cruzando grupos de flamencos que se alimentan en las pozas salinas de la orilla. Coquesa es el punto de inicio de la ascensión al volcán Tunupa o, para los que no quieran llegar tan alto, hasta las momias que se encuentran en el interior de una cueva. Desde Tunupa se contempla toda la inmensidad del salar.
Según el mito, el salar era una mujer cuyo marido le engañó por otra cuando estaba lactando. Las lágrimas de tristeza se unieron a la leche de su pecho para hacer de Uyuni un lugar único en Sudamérica.

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