viernes, 6 de diciembre de 2013

Shanghái se ahoga

Hu Yuan siempre pensó que llevar mascarilla para protegerse de la contaminación atmosférica era una exageración. Hasta que ayer vio en televisión cómo decenas de vuelos que tenían como destino la capital económica de China eran desviados porque sobre la pista no se veía absolutamente nada y se enteró por una amiga de que las autoridades de Shanghái declaraban, por primera vez, la alerta roja por polución -la mayor en una escala de cuatro colores-. Así que, como muchos otros en esta megalópolis de 24 millones de habitantes, la joven Hu se acercó a una farmacia para adquirir una de la marca 3M. “Tuve que ir a tres más para encontrar un establecimiento en el que tuviesen existencias”, cuenta.
Hoy ha hecho bien en ponérsela para salir a la calle. Porque la situación ha empeorado considerablemente: por primera vez desde que en diciembre el Gobierno comenzó a hacer públicos los datos, la concentración en el aire de partículas con un diámetro de menos de 2,5 micras ha superado los 600 microgramos por metro cúbico en varias zonas de la ciudad, un nivel extremadamente peligroso que incluso se sale de la escala de medición -la Organización Mundial de la Salud recomienda una concentración inferior a los 25 microgramos y a partir de los 500 se considera el nivel como ‘fuera de los parámetros’-. El problema afecta a todo el este del país, y en las vecinas provincias de Jiangsu y Zhejiang, aunque sufren unos niveles de polución sensiblemente inferiores a los de Shanghái, la alerta también es máxima.
Conscientes del peligro, las autoridades regionales han cerrado escuelas o han exigido que los alumnos no salgan a la calle, algunas fábricas particularmente contaminantes han tenido que reducir su ritmo de producción, las actividades públicas al aire libre han sido canceladas, y Shanghái ha decidido mantener en el garaje el 30% de la flota de vehículos oficiales. Sin duda, el tráfico ha sido mucho más fluido, pero nada se ha podido hacer por evitar el caos en los aeropuertos. Según datos oficiales, en Shanghái se han cancelado hoy 57 vuelos, y otros 224 han sufrido largos retrasos. La población, por su parte, ha preferido quedarse en casa o salir protegida por mascarillas como la de Hu, y la actividad se ha reducido notablemente en los centros comerciales a pesar de ser viernes.
No en vano, las redes sociales se han llenado de imágenes tomadas por preocupados usuarios que comparan cómo se ve el mismo lugar en un día normal y en uno como hoy. Así, el impresionante ‘skyline’ de la ciudad, escenario perfecto para una película de ciencia ficción, se ha convertido en el telón de fondo ideal para una apocalíptica historia de terror. Eso sí, no han faltado quienes han puesto una nota de humor y han superpuesto a Godzilla frente a la amarillenta silueta de los gigantescos rascacielos, casi imposibles de ver por la capa de ‘smog’. “Todavía nos tenemos que esforzar más para alcanzar a Pekín, que llegó a superar los 1.000 microgramos”, ironizaba un internauta en Weibo, el Twitter chino.

Pero a la mayoría de la población, preocupada porque no se prevé que la situación mejore hasta la irrupción de un frente frío el domingo, no le hace ninguna gracia el grave problema que sufre el país. Las enfermedades respiratorias y los casos de cáncer se disparan, y las empresas tienen dificultades para retener a sus mayores talentos en las ciudades chinas. “Estamos pagando un precio demasiado alto por el desarrollo. Tenemos que empezar a preocuparnos por el Medio Ambiente o terminará siendo demasiado tarde”, sentencia Zhou Reng, activista de Greenpeace China.
El Gobierno también teme que la preocupación derive en protestas como las que se han visto ya por todo el territorio, así que Shanghái ha decidido hoy elevar el listón de lo que considera un aire aceptable -de 75 microgramos por metro cúbico ha pasado a 115- para evitar la repetitiva publicación de alertas y compensar la mayor concentración de tóxicos característica del invierno. Afortunadamente, Zhou cree que la población china “ya está tomando conciencia de la gravedad del problema”.

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