Iván y su mujer Liubov no son como la mayoría de los ancianos, que se
conforman con lanzar migas de pan a las palomas: ellos prefieren
echarles sandías a los osos...
Desde que Iván Leschenko, de 77 años, vecino de una aldea de Primorie,
en el Extremo oriente ruso, encontró a unos ositos en el bosque, su amor
por estos animales no ha dejado de crecer.
Cada mañana este hombre prepara el desayuno para sus mascotas. El plato
principal es pescado con sandía. De postre, pan blanco con leche
condensada.
Estos alimentos suelen ser regalos de empresas locales o parte de la
cosecha de los agricultores vecinos que se los venden a precio de ganga.
Iván trabajó antes en la industria forestal, etapa a la que se remontan sus primeros hallazgos de ositos.
Después los vecinos le llevaron otros dos cachorros que hallaron en el
bosque. Poco a poco, su fama se extendió por la región y, de cuando en
cuando, su esposa encontró oseznos en la puerta de su casa.
Ahora son 10 animales ya adultos. Los más grandes pesan hasta 300
kilos, y cuidar de ellos no es fácil. “En abril me llamaron para
ofrecerme dos cachorros, y ya tengo 10 osos. Ya no soy joven, casi voy
arrastrando las piernas”, se queja Leschenko.
Devolverlos a la naturaleza ya no es posible: estos animales se han
acostumbrado a las personas y no podrían sobrevivir en el bosque. Los
circos y zoológicos tampoco los quieren.
Las autoridades locales tratan de ayudar a la pareja. A veces les
proporcionan alimentos e incluso incluyeron al improvisado criadero de
osos en una ruta turística. Pero, en general, los funcionarios creen que
los animales salvajes no deben vivir en la aldea.
“Si sucede algo y estos osos escapan, podría ser un desastre para la
gente que vive en esta aldea. Se necesita un lugar con locales
especiales y una financiación para el sostenimiento de estos animales”,
afirma Vladímir Aleksaniants, jefe del departamento territorial de la
ciudad de Ussuriisk.
Mientras el gobierno local decide qué hacer con el criadero, Iván
construye un nuevo cubil. Durante el verano los osos ya han crecido y
necesitan más espacio.
“En la taiga ya no queda nada, lo han destruido todo. Podrían al menos
crear algo aquí para que la gente pueda admirarlos”, se lamenta Liubov
Leschenko, la esposa de Iván.
En el Oriente Lejano ruso los osos negros asiáticos son a menudo
víctimas de la caza furtiva. Sin embargo, no están incluidos en el Libro
Rojo.
Ahora estos diez animales están a salvo de los cazadores furtivos, pero
están expuestos a otro peligro quizá mucho más grave: los trámites
burocráticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario