miércoles, 26 de octubre de 2011

La era del atrevimiento

El extremismo se ha propuesta conquistar el centro del discurso y lo hace manipulando a conveniencia las cuestiones ambientales.
Albert Punsola 
Uno de los síntomas más significativos del proceso de erosión de la democracia que está en marcha es el desplazamiento hacia el mainstream de ideas, formas de hacer y de decir que, unos años atrás se hubieran considerado intolerables. Negacionismo histórico y científico, laxitud en los razonamientos, lenguaje agresivo que quiere pasar por directo y sincero. Esta combinación entre vitalidad e insolencia la encontramos en cierta derecha europea y, en EEUU, en destacados miembros del Tea Party. Es la voz del populismo, que es siempre el preludio, o el acompañamiento, del autoritarismo.
En Estados Unidos, las agendas 21 y el concepto de sostenibilidad se han convertido en el blanco de las críticas del Tea Party, pero críticas sería probablemente una palabra demasiado sofisticada para este caso. Sea como sea, lo cierto es que en numerosas colectividades locales y municipios, los tímidos intentos de racionalizar el uso del automóvil e intentar reconducir el urbanismo hacia parámetros de densidad y de racionalidad, están chocando con una oposición singular . El movimiento del Tea Party está detrás en muchos casos y con unas formas impropias de un país avanzado. ¿Cómo calificar sino la idea de que detrás de las Agendas 21 se esconde un plan secreto para convertir los EEUU en un estado de tipo soviético?
En la misma visión, la sostenibilidad formaría parte de una trama para, primero coartar, y luego eliminar, la libertad de los estadounidenses, que ya no podrían disfrutar de sus propiedades ni circular en coches cuando quisieran. Queda claro, pues, que el Tea Party se impregna en buena medida de la filosofía libertarian,una corriente de pensamiento que lleva al límite los principios del liberalismo convencional -sin ninguno de sus matices. Esta filosofía se expresa también en un defensa casi irracional del individuo frente al poder organizado. Un poder que sería, por definición, sospechoso y debería ser tenido a raya, con la posibilidad de ser abolido si es necesario.
Hay que recordar que en los años 80 y 90 se extendió por todo el país el movimiento de las milicias, formadas por ciudadanos armados, que compartían un intenso patriotismo, pero que paradójicamente consideraban el gobierno federal como una amenaza. ¿Una nación de personas sin gobierno? El sustrato ideológico del populismo actual en EEUU es justamente éste. El problema es que en 2011 este pensamiento minoritario tiene la habilidad de presentarse en público sin bigotes ni camisas de cuadros y opta por las gafas montadas al aire.
Después de la posibilidad de la toma del poder, el segundo peligro más grande de los extremismos es su capacidad de condicionar la actuación de las opciones políticas centrales. Y si esto pasa en el país más importante del mundo, con permiso de China, hay un motivo para la preocupación. El gobernador de Texas Rick Perry, republicano, no sólo niega el cambio climático sino que considera que los científicos manipulan información con oscuras finalidades. Cuando no se quiere oír una explicación, se da la bienvenida a la conspiración.
Algunos analistas creen que los candidatos republicanos para las elecciones presidenciales de 2012 tratarán de seguir por esta línea a fin de ganar el favor del Tea Party. En realidad poco importa lo que piensen realmente si optan por este posicionamiento. La consecuencia será que, si hay una victoria republicana, los EE.UU. podrían bajar hasta niveles imprevisibles su grado de compromiso con la política ambiental en el interior y el exterior.
En Francia las elecciones presidenciales son también en 2012 y la hija de Jean Marie Le Pen, Marine, está tomando un fuerte perfil de candidata con posibilidades. Nacida en 1968, Marine Le Pen se ha desprendido de la rémora neofascista del partido de su padre, al menos en público. Tiene un discurso en las antípodas de los extremistas estadounidenses porque se basa en la defensa de un estado fuerte e intervencionista. Una lectura rápida de su programa ambiental puede hacer pensar en la asimilación de una cierta sensibilidad, aunque sea genérica, en aspectos como la biodiversidad, el reciclaje o la mejora de los entornos urbanos. Sin embargo, llama la atención una frase como "hay que separar la noción de desarrollo sostenible de cualquier otro objetivo que no sea el ambiental, a fin de que la ecología no se convierta en un pretexto para una política de inmigración laxa". ¿Una sostenibilidad con una sola pata? El partido advierte en su web que en 2012 actualizará el programa. Dudo que este punto cambie.
El Frente Nacional es ahora "la gran casa de todos los amantes de Francia", frase preciosista que como lo quiere decir todo, no dice nada. La efusiva felicitación por carta que este partido envió a Josep Anglada por los resultados obtenidos en las elecciones catalanas deja claro que la manía de los frontistas sigue siendo la misma de siempre, si bien se esconde bajo una capa de barniz en la que el ambientalismo es un ingrediente más. En esto no son muy originales.
En España, la derecha extrema, que de momento cuenta con un amplio arsenal más mediático que político, no está para sutilezas. Sus miembros practican a cara descubierta el negacionismo y la confusión sobre el cambio climático. Habrá que ver hasta qué punto empiezan a influir en el nuevo gobierno a partir de una fecha tan querida por ellos como el 20-N. Para completar el panorama, tenemos un centro acosado, una izquierda política que ha perdido poder de convicción, y una izquierda social, reducida a un aluvión de sensibilidades, que no puede articular un modelo inteligible en que se pueda confiar.

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