Después de todos los esfuerzos del gobierno y del sector privado para reducir la deforestación a través de un mejor monitoreo
ECOticias.
La estricta aplicación de la ley en la Amazonía brasileña ha
logrado que caigan las tasas de deforestación. Sin embargo el gobierno
“debe ir más allá de la aplicación de la ley” y reformar las políticas
sobre el uso de la tierra para restaurar millones de hectáreas de
tierras degradadas que son vitales para la gestión sostenible de sus
bosques, dijo un experto en un evento paralelo de CIFOR en la cumbre Río+20.
“Después de todos los esfuerzos del gobierno y del sector privado
para reducir la deforestación a través de un mejor monitoreo, ¿porqué
todavía se pierden 700 mil hectáreas cada año? El desmonte de los
bosques para dar paso a la agricultura todavía está sucediendo mientras
11 millones de hectáreas de tierra se están desperdiciando”, dijo Paulo
Barreto de Imazon.
“Para un uso eficiente de la tierra, uno tiene que ir más allá de la
aplicación de la ley y abordar temas que fomentan el mal uso de la
tierra, tales como la débil tenencia de la tierra e impuestos ineficaces
sobre la misma, así como también garantizar leyes ambientales estables y
la mejora de la infraestructura en áreas densamente pobladas, y
capacitando a las personas para gestionar sus tierras eficazmente”.
En la región Amazónica la productividad agrícola permanece baja ya
que la mayoría de los pequeños agricultores produce para su subsistencia
y para los mercados locales. La reforma de las políticas sobre el uso
de la tierra para aumentar la producción agrícola y reducir la
deforestación podría proteger a los últimos bosques que quedan en Brasil
y mejorar los medios de subsistencia.
Añadió que en particular, el gobierno debería enfocarse en el uso de
tierras degradadas para intensificar la agricultura: aumentando el
rendimiento de los cultivos de soya, maíz y aceite de palma, a través
del uso de nuevas tecnologías y fertilizantes, o mediante el crianza de
ganado intensiva. También se debería restablecer algunas de las áreas
deforestadas porque muchas de ellas no son adecuadas para fines
agrícolas; por ejemplo si los suelos tienden a erosionar o si hay
lluvias excesivas.
“Se trata de capacidad de la tierra y de usarla tan eficazmente como sea posible”, añadió.
Las recomendaciones hacen eco de una investigación previa de CIFOR en Indonesia que
sugiere que la expansión del aceite de palma en 30 millones de
hectáreas de tierra degradada, aumentando la productividad agrícola y
mejorando la gobernanza del bosque, podría reducir la deforestación,
ayudando al mismo tiempo a que Indonesia logre su objetivo de siete por
ciento para el crecimiento económico.
Sin embargo, a diferencia de Indonesia, Brasil tiene una trayectoria
probada de ser capaz de hacer frente a los desafíos de reducir la
deforestación fomentando al mismo tiempo el crecimiento sostenible.
De acuerdo con la FAO, entre
el 2000 y 2005, la deforestación como resultado de la producción
agrícola contribuyó al 42% de la pérdida forestal global. Sin embargo el
mejor monitoreo y aplicación de la ley, el aumento de multas por
actividades ilegales, la confiscación de bienes asociados con la tala
ilegal y la deforestación, así como el aumento en el número de áreas
protegidas, han contribuido a la caída de la deforestación en un 70%.
También ha tenido éxito la mejora en las técnicas de producción agrícola.
Un informe reciente de EDR afirma
que los rendimientos agrícolas por hectárea en Cerrado y en la Cuenca
Amazónica han aumentado en 157% en los últimos 30 años. El aumento se
debió a las inversiones en cultivos que fueron adaptados al clima y
suelos en la región, y al uso de tramos extensos de tierras no
utilizadas pero adecuadas para agricultura mecanizada.
Barreto hizo estos comentarios durante la conferencia sobre
desarrollo sostenible en Río+20, donde se reunieron 120 jefes de estado
para debatir cómo se podrán satisfacer las crecientes demandas de
alimentos y combustibles, y al mismo tiempo gestionar los recursos de
manera sostenible y adoptar alternativas más verdes y de bajo carbono.
“Una economía verde se trata del uso de recursos de manera
sostenible, sin embargo en la Amazonía se está desperdiciando
demasiado”, indicó.
Dijo que se tiene que superar una serie de desafíos, para garantizar
que el gobierno reforme las políticas sobre el uso de la tierra que
permitan a las personas “obtener y mantener la tierra a un bajo costo”.
Por ejemplo, en la Amazonía hay un acceso a la tierra
“cuasi-abierto”, donde las personas deforestan tierras públicas para
reclamar su propiedad, esperando que en el futuro el gobierno otorgará
títulos de tenencia de la tierra; las débiles leyes tributarias permiten
que las personas paguen menos impuesto a la renta cuando invierten en
áreas rurales, y una deficiente cobranza de las multas a aquellos que no
pagan, como lo requiere el estado, aumenta la productividad en sus
tierras.
El gobierno también debe contar con la legislación necesaria para
asegurar que las personas puedan invertir y crecer en oportunidades
futuras de medios de subsistencia.
“El conocimiento es un gran tema: hay una tasa de analfabetismo de
80%, lo que indica que es difícil que los pequeños agricultores tengan
acceso a nuevas tecnologías. Igualmente, al haber 300 mil personas que
no tienen acceso a una tenencia clara de la tierra, es menos probable
que estas asuman riesgos cuando se trata de expandir la producción”.
“Brasil ha avanzado pero todavía hay un largo camino por delante.
Este es un muy buen momento para que el gobierno incluya las lecciones
aprendidas en la planificación del uso de la tierra”, concluyó.
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