viernes, 21 de octubre de 2011

Riesgos de lo verde

¿Tiene lógica que los empleos verdes, que son por definición buenos para el medio ambiente, sean a la vez malos para quienes trabajan en ellos?
 Pere Boix
Hace un par de años, CCOO denunció el caso de siete trabajadoras que venían sufriendo alteraciones menstruales, hemorragias nasales y síntomas de irritación respiratoria, mientras trabajaban reparando aspas de molino en una carpa montada en medio de un parque eólico de Palencia. Cuando el sindicato revisó la toxicidad de los productos que se utilizaban, descubrió que entre ellos había productos alérgenos, cancerígenos y disruptores endocrinos. Tampoco hace mucho se supo que en una escuela estadounidense había saltado la alarma porque varios profesores presentaban síntomas asmáticos. Los inspectores que revisaron las instalaciones del colegio llegaron a la conclusión que los casos se relacionaban con la reciente aplicación en el edificio de espuma de isocianato y otros revestimientos aislantes para mejorar su eficiencia energética. Hay también casos documentados de caídas mortales durante la instalación de placas solares en tejados, de quemaduras por arco eléctrico durante operaciones de mantenimiento en turbinas eólicas o de incendios por vapores inflamables utilizados en trabajos de aislamiento. Podríamos extender la casuística con el dato de que el sector de reciclaje y tratamiento de residuos tiene una de las incidencias más elevadas de accidentes mortales en la industria, o citando casos de intoxicaciones y lesiones por movimientos repetitivos en empresas de reprocesado de metales, o señalando los riesgos por estrés térmico y por la posible exposición a sílice en la fabricación de placas solares.
Es decir, que lo que hacia fuera aparece como verde no siempre lo es hacia adentro, sino que muchas veces los empleos llamados verdes presentan los mismos riesgos para la salud de los trabajadores que cualquier industria tradicional. Y aquí se plantea, de entrada, un problema conceptual: ¿se puede calificar de sostenible un proceso que genera lesiones, enfermedad, incluso muerte, en quienes lo llevan a cabo? La respuesta parece obvia, no se puede desligar la sostenibilidad ambiental de la sostenibilidad para las personas, y no se deberían calificar como sostenibles los empleos que no sean saludables para los trabajadores. Sin duda, hay que ampliar el concepto ecológico de sostenibilidad de forma que incluya la protección de la salud y seguridad en el trabajo.
Ahora que vienen elecciones, sería deseable impulsar la integración de este punto de vista en los debates sobre la explotación de los yacimientos de empleo verde como estrategia económica y ambiental de futuro.
Se trataría, en primer lugar, de popularizar la idea de sostenibilidad integral del empleo verde, llevando a la conciencia pública la necesidad de diseñar procesos de trabajo respetuosos con el medio ambiente pero también con la salud de las personas. Se debería potenciar la idea de que es posible eliminar o minimizar los riesgos desde el primer momento mediante la llamada ‘prevención a través del diseño’. Investigar y difundir los potenciales riesgos laborales de la economía verde serviría también para aumentar la sensibilidad social por el problema, potenciando, en definitiva, una cultura preventiva integral.
Pero por otro lado, es necesario incentivar las buenas prácticas, introduciendo cláusulas de sostenibilidad integral en las contrataciones públicas o en la concesión de subvenciones, definiendo estándares e indicadores de gestión de la prevención de riesgos laborales para los distintos sectores verdes, publicitando y premiando experiencias positivas de integración, incorporando criterios de salud laboral en las regulaciones normativas donde no estén contemplados. En definitiva, incentivación social y también económica.
Ya ven, no hay equolumnista inmune al ambientillo electoral y uno acaba haciendo propuestas cuasi programáticas, sin querer queriendo. Prometo volver a las andadas tras el 20-N, ya con equodiputados en el Congreso.

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