Bioquímicos de
la Universidad de Buenos Aires investigan una serie de nuevos
promotores de crecimiento vegetal que no sólo contribuyen con la
fijación biológica de nitrógeno, sino que también favorecen la
absorción de otros nutrientes y controlan enfermedades. Claudia M.
Ribaudo, docente e investigadora de la Facultad de Agronomía, señaló a
InfoUniversidades que “el control biológico es considerado una
alternativa para reducir el uso de productos químicos en la agricultura
y sus efectos negativos, como el desarrollo de resistencia de los
patógenos a los productos aplicados y el impacto ambiental”.
ECOticias.

En consecuencia, las evaluaciones que llevan adelante los
investigadores apuntan a incrementar el desarrollo de inoculantes
biológicos que incluyen en su formulación microorganismos benéficos
para las plantas, ya que las protegen contra el ataque de patógenos,
las hacen más competitivas frente a las malezas y les facilitan la
obtención de nutrientes.
Los trabajos comenzaron en 1994 mediante la inoculación de cultivos
de maíz con bacterias promotoras de crecimiento. Para ello se
utilizaron cepas de colección (aquellas que están depositadas en bancos
de microorganismos) como Azospirillum brasilense y Herbaspirillum seropedicae, capaces de tomar el nitrógeno atmosférico y transformarlo en una especie accesible para la planta.
Luego, lograron ampliar los estudios, incorporar otros cultivos y
trabajar con cepas autóctonas, que fueron aisladas, caracterizadas y
seleccionadas en el laboratorio de Bioquímica. “Comprobamos que estas
cepas tienen una mayor estabilidad y que son mejores promotoras del
crecimiento que las de colección, que muchas veces son aisladas de
otros suelos y no siempre se adaptan a nuestros ambientes”, dijo
Ribaudo.
En ensayos a campo, realizados en la localidad bonaerense de Pila, la
inoculación con estas nuevas cepas permitió generar ganancias de
rendimiento de 16% en cultivos de maíz: se obtuvieron 170 qq/ha en los
tratamientos sin inocular y sin fertilizar, contra 198 en el
tratamiento de inoculación y sin fertilización.
“Con estas bacterias aisladas y caracterizadas, en base a su
capacidad para solubilizar fósforo inorgánico, fijar nitrógeno
atmosférico y ser efectivas biocontroladoras de patógenos del suelo,
pensamos diseñar nuevos inoculantes hacia el futuro, a través de nuevas
tecnologías que permitan liberar de manera progresiva las bacterias
del inoculante”, adelantó la docente.
Con los datos completos de la campaña 2010-11, los investigadores
podrían evaluar el comportamiento y la estabilidad de los nuevos
promotores de crecimiento, para analizar su eventual transferencia a la
industria.
Otros cultivos: arroz, tomate y arándano
Además del maíz, las evaluaciones involucran a otros cultivos. En los
ensayos de la Facultad, las plantas de arroz inoculadas incrementaron
su peso seco y contenido de nitrógeno con respecto al tratamiento
testigo sin inocular. En algunos casos, alcanzaron valores similares a
las del tratamiento fertilizado.
“A partir del aumento de biomasa y del mayor contenido de nitrógeno,
evaluamos la fijación del dióxido de carbono atmosférico y su posterior
transformación a carbohidratos y ácidos orgánicos, y encontramos
aumentos considerables en glucosa, fructosa y ácido málico”, dijo
Ribaudo.
Con respecto al tomate, el uso de Azospirillum condujo a un
mejor desarrollo de las plantas, así como a un aumento del peso y del
volumen radicular. Además, las plantas resultaron más resistentes
frente al ataque de patógenos como Fusarium solani y Sclerotium rolfsii. En la actualidad, se analizan los cambios producidos en el transcriptoma de tomate debido a la inoculación con Azospirillum.
Esto permitirá explicar el mecanismo involucrado en la colonización
efectiva de la planta y conocer qué genes están implicados en la
defensa frente a patógenos.
Los promotores de crecimiento también fueron beneficiosos para el
desarrollo del sistema radicular en el arándano, considerado un
problema serio para su producción. Los vástagos inoculados con
bacterias permitieron el rápido desarrollo de la raíz y dieron plantas
con mayor peso y altura y mayor superficie radical. Esto genera que, en
su conjunto, las plantas sean más vigorosas y equilibradas, lo cual
representa una ventaja adaptativa para mejor establecimiento del
cultivo a campo.
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