jueves, 31 de octubre de 2013

Cómo proteger los bosques con un palo y una soga

Las comunidades que viven junto a los bosques tropicales alrededor del mundo pueden calcular el carbono que se almacena en esas áreas con simples palos y sogas, de forma tan efectiva como los instrumentos de más alta tecnologías sobre la tierra.
A esta conclusión llegó un equipo internacional de investigadores, que observó cómo las mediciones hechas con herramientas rudimentarias obtenían los mismos resultados que la información reunida por satélites.
Según los científicos, el trabajo, publicado en la revista Ecology and Society, demuestra que cualquier proyecto cuya meta sea detener la deforestación debería tener en cuenta las habilidades de estos pueblos. Algo contemplado en programas como Redd (Reducción de Emisiones por la Deforestación y Degradación de los bosques, de Naciones Unidas), pero que no está ocurriendo en la práctica.
'Por primera vez, hemos mostrado que las comunidades locales son capaces de observar y medir la biomasa de los bosques al nivel del Panel Intergubernamental Sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), incluso en las selvas con más especies de la Tierra', dice Finn Danielsen, ecologista de organización no gubernamental Fundación Nórdica para el Desarrollo y la Ecología y autor del estudio.
Estimaciones actuales sugieren que la desaparición de la masa forestal es responsable del 15% de las emisiones producto de la actividad humana.
Bajo esquemas como los del programa Redd, algunos países en vías de desarrollo reciben dinero a cambio de no talar grandes áreas de bosques tropicales.
'Para tener impacto en el terreno, hace falta involucrar a la gente que vive en la zona, que depende de los recursos que provee el bosque', explica Danielsen, en conversación con la BBC.
'Se puede hacer todo tipo de detecciones remotas e inventarios nacionales de la cantidad de carbono almacenado, pero si no se involucra a los miembros de las comunidades locales, será una tarea muy difícil conectar todos los factores para tener una implementación real en el terreno'.
Con esto en mente, el estudio identificó 289 parcelas en nueve tipos de bosque localizados en cuatro países del Sudeste Asiático y comparó las estimaciones de carbono recolectadas por los habitantes del lugar con los resultados reunidos por expertos silvicultores.
Un recurso subestimado
'Obtuvieron los mismos resultados en términos de exactitud y precisión', cuenta Danielsen.
Tal como explica el investigador, el método utilizado por los pobladores es 'muy sencillo y directo', y requiere instrumentos básicos como palos y soga.
El científico explicó cómo lo hicieron en los siguientes términos:
Establecieron una parcela en el bosque con una densidad y variedad de árboles representativa.Luego midieron los árboles y anotaron su tamaño y cuántos había.Después ingresaron estos datos en una hoja de cálculo para determinar cuánto carbono se almacena en esa parcela en particular.Si ese terreno es representativo del área, se puede calcular cuánto carbono absorbe el bosque.Los investigadores esperan que estos hallazgos muestren que las comunidades que habitan los bosques tropicales constituyen un recurso subestimado a la hora de observar y controlar aspectos de los proyectos del programa Redd.
'Hay que encontrar formas de que Redd tenga un impacto real en los bosques de todo el mundo', dice Danielsen.
'No estamos diciendo que ellos pueden hacerlo mejor o que deban hacerlo solos, sólo decimos que pueden hacerlo tan bien como los expertos gubernamentales y del sector privado'.
La publicación de este informe coincide con el comienzo del Intercambio Redd 2013 en Oslo, Noruega.
Los organizadores esperan que el encuentro de 400 expertos en la capital noruega renueve la agenda sobre protección de los bosques y cambio climático a la luz de la experiencia hasta el momento de los proyectos en curso del programa Redd.
La experiencia en América Central
A la conferencia global también asisten representantes indígenas de América Central, con la intención de transmitir a los especialistas allí reunidos que una de las claves para combatir el cambio climático tiene que ver con el fortalecimiento de los derechos sobre la tierra.
Un estudio realizado por Prisma, un instituto de investigación de El Salvador, y la Alianza de Mesoamericana de Pueblos y Bosques (AMPB), sugiere que en décadas recientes se han devuelto derechos territoriales a pueblos indígenas y en coincidencia se puede apreciar el surgimiento de una mejora de la protección forestal.
De acuerdo a este trabajo, aquellas comunidades locales con firmes derechos sobre la tierra conservan y protegen mejor los bosques que los gobiernos y la industria.
'Mesoamérica ha hecho un enorme progreso en el reconocimiento de los derechos comunitarios sobre territorios forestales. El 60% de los bosques de la región es propiedad o está gestionada por comunidades locales y pueblos indígenas', dice Andrew Davis, coautor del estudio de Prisma/AMPB y participante del encuentro de Oslo.
Según esta investigación, existe una marcada correlación entre el volumen de masa forestal y los lugares donde las comunidades indígenas tienen derechos significativos sobre la tierra.
En Panamá, por ejemplo, los indígenas gestionan más del 50% de los bosques maduros del país. Allí, como en Honduras y Guatemala, dice el informe, la presión de la deforestación es especialmente fuerte y los bosques que están controlados por pueblos indígenas están a menudo rodeados por áreas taladas para la explotación minera, forestal o agrícola.

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