sábado, 26 de octubre de 2013

La pena de la orca mata

En la investigación de una muerte violenta cada detalle puede ser sustancial para trazar la línea entre las causas y las consecuencias. En la investigación de dos muertes violentas, relacionadas entre sí y separadas por un océano, esa línea se convierte en un poliedro y, a veces, en una película. Se titula Blackfish y se estrena el 31 de octubre. Indaga en lo ocurrido en Estados Unidos y alude a lo que pasó, casi desapercibido, en España.

Estos son los hechos: el 24 de diciembre de 2009, víspera de Nochebuena, Alexis Martínez, de 29 años, fue “atacado” —según informe forense— por una orca macho de 5.000 kilos llamada Keto durante un entrenamiento rutinario en el zoológico Loro Parque, ubicado en el Puerto de la Cruz (Tenerife) y que posee 6 de las 48 orcas que existen en el mundo en cautividad. Martínez murió casi en el acto y el espectáculo previsto se celebró una hora después en la misma piscina. Dos meses más tarde, el 24 de febrero de 2010, ocurría lo mismo al otro lado del Atlántico con una entrenadora de 40 años llamada Dawn Brancheau. Una orca macho conocida como Tilikum —ascendiente de Keto, implicada en tres muertes y cazada con dos años en las costas de Islandia en 1983— la atacaba hasta matarla en las piscinas de un parque de Orlando. Ambos “accidentes” están relacionados con la misma compañía, Sea World —con tres centros en San Antonio, Orlando y San Diego—, que le “presta” algunos ejemplares a Loro Parque y se atribuye el liderazgo mundial en el trato con estos cetáceos en cautividad. Unos mamíferos que se organizan en comunidades matriarcales, con una gran inteligencia emocional y un dialecto propio. Las orcas cuentan con la máxima protección en los convenios internacionales, que impiden su captura desde los años noventa.
Mientras en Estados Unidos se desataba la polémica a raíz de la muerte de Brancheau, en España “hubo un apagón mediático escandaloso”, en palabras de un concejal de la oposición del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, que prefiere mantener su anonimato. El conocido periodista de la CNN Larry King le dedicaba un programa al asunto en febrero de 2011 y luego se acababa debatiendo sobre el tema en la Cámara de Representantes del Congreso en Washington. El caso de Alexis Martínez, en cambio, no salió de Tenerife y apenas se recogió en la prensa local, que tiene a Loro Parque como uno de sus principales anunciantes
El documental ‘Blackfish’ reabre el debate: ¿Protección o espectáculo? ¿Conservación o negocio?
En EE UU continúa el proceso judicial que ha llevado a Sea World a sacar a sus entrenadores de las piscinas de las orcas (allí y en España) y a pagar la multa máxima (75.000 dólares) por un delito de “violación de la seguridad del trabajador” denunciado por la OSHA (Inspección de Trabajo). En España, pese a los desesperados esfuerzos de Mercedes Hernández, madre de Alexis, el caso quedó archivado en abril de 2012 por no encontrarse indicios penales. Así consta en el auto de la sección segunda de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife, pese a que el informe de Trabajo refleja que Martínez era técnico de sonido y desde 2006 “desempeñaba funciones de entrenador senior en el espectáculo de las orcas, aunque estaba contratado como asistente de show”; no poseía título alguno de entrenador “ni había recibido formación especializada en los parques Sea World de EE UU como otros compañeros”; trabajaba 40 horas semanales por 830 euros al mes; y de que, dos años antes de su muerte, hubo otro incidente grave con una orca y otra compañera.
Alexis Martínez y Dawn Brancheau, las dos víctimas, uno de los días que coincidieron en Loro Parque.
“Entró para poner la música del espectáculo y acabó con las orcas porque le gustaban. Le decían que tenía aptitudes”, cuenta Mercedes, maestra de 54 años indemnizada con 130.000 euros por un seguro tras perder a su hijo. Alexis Martínez, que coincidió con Brancheau cuando ella visitó Loro Parque, era un chico metódico que trabajaba con un diario: “Día seco para Keto (no está perfecto aún)", escribía el 3 de septiembre.
Los ecos del encendido debate de EE UU llegan ahora a España de la mano del documental Blackfish, que pone sobre la mesa las cuestiones que entrañan estas muertes: ¿Protección animal o espectáculo? ¿Conservación de especies o negocio?
Con 1,3 millones de visitas al año —a 33 euros la entrada— Loro Parque factura 40 millones anuales y compite en atractivo turístico con el Teide, declarado Patrimonio de la Humanidad. Las orcas —en enormes carteles en el aeropuerto, en cada señal de tráfico que indica “Puerto de la Cruz”, en las papeleras, en las botellas de agua, en los coches de alquiler...— se han convertido en la carta de presentación de un zoológico que se abrió en 1972 como un parque de papagayos y hoy tiene gorilas, pingüinos, delfines... Ocupa 135.000 metros cuadrados en la costa, mantiene 400 empleos y está dirigido desde el principio por el empresario alemán Wolfgan Kiessling, a la sazón cónsul honorario de Tailandia, con oficina dentro del zoo, y con múltiples medallas a la promoción turística. Sea World, por su parte facturó 56,5 millones de euros en 2012, según la revista Forbes.
“Se trata de un negocio encubierto con la excusa de la investigación y la conservación. No se debe promover la cría de estos animales en cautividad, por muy grande que sea el espacio siempre es pequeño, les genera estrés y por eso atacan. No se conoce ninguna agresión de orcas en libertad. No hay programa científico que justifique su cautiverio”, defiende Vidal Martín, presidente de la Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario. “Ya es imposible reinsertarlas, si tiene que haber zoológicos que sean así”, dice Renaud de Stephanis experto en cetáceos del CSIC, que trabaja en un proyecto de Loro Parque. Desde la propiedad aseguran que es “un vehículo de sensibilización social” y que invierten medio millón de euros al año en el cuidado de cada animal. Pero recientemente agudizaron la polémica al quedarse con Morgan, una orca perdida en las costas de Holanda y que, según el informe de la investigadora americana Ingrid Visser realizado en Loro Parque “presenta múltiples problemas de adaptación y es constantemente agredidad por las otras”. Sea World responde con su “protocolo de preguntas”: “Los visitantes salen con más conciencia de preservación del mundo”.

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