domingo, 23 de diciembre de 2012

“En el Ejército, ahorrar energía salva vidas”

Thomas W. Hicks mira la botella de Coca-Cola y sonríe: “Tiene azúcar, como debe ser. En Estados Unidos la hacen con sirope de maíz. Así que hay que venir a Europa a beber Coca-Cola auténtica”. Hicks, de formación ingeniero, es el responsable en la Marina de EE UU de ahorrar energía y de buscar fuentes alternativas. Hace unos días visitó España con su equipo para reunirse con la Armada española y con empresas de renovables (Acciona y Abengoa).
Pregunta. Un civil en el Pentágono que encima procede de la Agencia de Medio Ambiente. ¿Cómo lo lleva?
Respuesta. El trabajo en el Pentágono no es tan emocionante como suena. En el Departamento de Defensa es muy distinto, hay mucha más jerarquía que en la Agencia de Medio Ambiente de EE UU. Aunque mi padre era militar de la Fuerza Aérea y este mundo no me es desconocido.
P. ¿Por qué le preocupa al Pentágono el ahorro de energía y las renovables? Parece algo de ecologistas.
R. No se trata de ser sostenibles o verdes [y señala su corbata, de ese color], sino de que nuestros equipos sean más operativos. Nuestros marines en Afganistán, cuando salían de misión, tenían que ser abastecidos con baterías cada tres días. Ahora llevan unas mantas con células fotovoltaicas que hacen que puedan recargar sus propias baterías. Así pueden estar sin suministro durante tres semanas. Los Navy seals están probando otros dispositivos que prefiero no comentar.
P. Las rutas de combustible han sido clave en la historia militar.
R. En la II Guerra Mundial, los alemanes acabaron produciendo un combustible para coches muy ineficiente a partir de carbón debido a los problemas de suministro de petróleo. Hoy día, llevar combustible a Afganistán es costosísimo. Entre 40 y 400 dólares cada galón [entre 8 y 80 euros por litro]. Pero hay un coste mucho mayor: por cada 50 convoyes de combustible, un marine resulta herido o muere. Así que lo más importante es que en el Ejército todo ahorro de energía salva vidas.
P. ¿Y en las bases?
R. Digamos que algunas de nuestras bases están situadas en territorio donde no tenemos muchos amigos, así que debemos aspirar a conseguir la independencia energética de nuestras instalaciones. Ya tenemos coches eléctricos con placas solares en el techo que son muy buenas para la vida en la base, donde no se circula muy rápido, y que no hay ni que recargar. Para ese uso son ideales.
P. ¿Y en los barcos? Usted trabaja en la Armada.
R. La energía es un asunto clave. En la Armada de EE UU gastamos al año entre 5.000 y 6.000 millones de dólares [entre 3.800 y 4.500 millones de euros] en la factura de energía, así que el ahorro es fundamental, pero no es solo el dinero. Los barcos hay que abastecerlos de combustible una vez a la semana, aproximadamente. Si logramos abastecerlos solo tres veces al mes, habremos ganado tiempo en operación y reducido su vulnerabilidad.
P. ¿Y cómo lo hacen?
R. Tenemos un listado de proyectos. Ya tenemos un barco con motor híbrido, el USS Makin Island. A menos de 12 nudos, la propulsión es eléctrica. En sus primeros seis meses ahorró 17 millones de dólares [12,9 millones de euros]. También investigamos en combustibles alternativos y en julio realizamos un gran ejercicio naval en Hawai en el que la flota usaba el 50% del carburante procedente de nuevas fuentes, como las algas.
P. Pero es más caro.
R. Ahora sí, pero creemos que en 2016 o 2017 estos combustibles serán competitivos. Queremos avisar a nuestros aliados, que a veces usan nuestro carburante, de que esa mezcla al 50% es segura.
P. ¿Solo el combustible?
R. Hay más. Con un pequeño dispositivo en la popa de los buques mejoramos el rozamiento del barco con el agua y ahorramos hasta un 3% de combustible. La Armada española está interesada.
P. Además no tienen problema con el presupuesto para investigar.
R. Los militares desarrollaron las pantallas planas o el GPS, dispositivos que luego tienen un amplio uso civil. La Marina siempre estuvo con las revoluciones. De la vela pasamos al carbón, de ahí al fuel y luego a la energía nuclear. Es normal que estemos al frente de esta nueva revolución.

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