Las investigaciones mundiales sobre el vínculo del cáncer
con la contaminación electromagnética continúan, pero no son
concluyentes en si las emisiones de las torres de telefonía celular
causan cáncer. Esto podría interpretarse como que tampoco hay consenso
de lo contrario. Al margen de la preocupación por la salud, en este
debate se están olvidando el derecho de los consumidores a la
información oportuna y completa, y el derecho a la consulta de los
afectados, cosa que jamás ocurriría en las democracias más sólidas del
planeta.
En Estados Unidos muchas ciudades cuentan con regulaciones sobre la
instalación de antenas de celulares, como distancias mínimas de las
viviendas; información y consulta a los potenciales afectados en un
radio de más de cien metros y la creación de barreras –naturales y
artificiales– que absorban la radiación y eviten el impacto visual. Se
fomenta, además, que distintos operadores usen una misma antena para
evitar su proliferación.
El domingo 6 un reportaje televisivo mostró cómo los operadores de
telefonía celular instalan sus torres en zonas residenciales de alta
densidad, donde coincidentemente proliferan los casos de cáncer. Incluso
el siempre escéptico periodista Aldo Mariátegui se preguntó
recientemente si la expansión de las torres celulares es la razón por la
que la comunidad médica estadounidense llama cancer city a nuestra
capital.
Nuestra legislación ambiental contempla el principio de precaución o
precautorio que bien podría aplicarse en este caso. Pues explica que de
no existir evidencia certera de causar daño al ambiente o a la salud se
permite adoptar medidas de protección y hasta la prohibición. Europa lo
describe como que “un producto puede tener efectos potencialmente
peligrosos identificados por una evaluación científica y objetiva, si
dicha evaluación no permite determinar el riesgo con suficiente
certeza”. Salvaguardando así al consumidor final de potenciales riesgos.
Las preguntas son muchas y el tema se centra en que los consumidores
tenemos derecho a respuestas. Tres estudios ya confirman el vínculo de
las antenas celulares con el cáncer: “Mortalidad por neoplasia y bases
de teléfonos celulares en la Municipalidad de Belo Horizonte, estado de
Minas Gerais” (Brasil), “La influencia de estar físicamente cerca de
estaciones base de telefonía móvil y la incidencia de cáncer en Naila”
(Alemania) e “Incidencia incrementada de cáncer en las proximidades de
una estación base de telefonía móvil en Netanya” (Israel), y que el
reconocido médico homeópata Sacha Barrio intenta difundir.
Al margen de la polémica, cabe resaltar que en el Perú el Tribunal
Constitucional ya se ha pronunciado a favor de una demanda de agravio
constitucional de un ciudadano en Piura y la declaró fundada, con lo
cual sienta un precedente positivo para los que consideran vulnerado su
derecho a gozar de un medio ambiente equilibrado y saludable.
El tema amerita una idónea aplicación de la norma que contiene el
principio de precaución y proveer a los ciudadanos de información
transparente y oportuna con participación ciudadana. Los consumidores
merecemos apoyo de nuestros legisladores y representantes, como el
defensor del Pueblo, pero especialmente del congresista Jaime Delgado,
miembro de la Comisión de Defensa del Consumidor, quien anda
extrañamente callado con este tema y, sin embargo, se pronuncia hasta de
temas que no le competen. ¿Acaso considera que los afectados aludidos
en el reporte televisivo no son parte de su bolsón electoral y, por
tanto, sus reclamos son irrelevantes?
No hay comentarios:
Publicar un comentario