
Madrid, Barcelona y España en general se constituyen en ejemplos de
gestión ambiental irresponsable. La Agencia ya advierte que los
españoles son los europeos “peor informados sobre calidad del aire” y
los segundos más convencidos de que sus alcaldes no hacen nada para
reducir la contaminación. Y lo creen con razón. La Comisión Europea ha
apercibido a Madrid, donde en un día malo la atmósfera, más que aire, es
un plato de cuchara, de expedientes y sanciones por rebasar
sistemáticamente los niveles permitidos de dióxido de nitrógeno. Pero el
alcalde anterior y la alcaldesa actual no comparten tales inquietudes.
La pertinaz respuesta es que el aire madrileño “tiende a mejorar”,
aunque tal afirmación sea contraria a la evidencia.
Con el informe en la mano, los alcaldes europeos tendrían que adoptar
diversas medidas, restringir el uso del automóvil e invertir en
transporte público de bajas emisiones. Pero no lo harán; hacen falta
estadistas con mucho arrojo para limitar el abuso del automóvil en las
vías urbanas y controlar de forma mucho más estricta las otras fuentes
contaminantes en la industria y la agricultura.
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