Ambrose Bierce definió el aire como “esa sustancia nutritiva que nos
concede la generosa Providencia para que engorden los pobres”. Decenios
de gestión municipal negligente en toda Europa amenazan con convertir en
realidad el sarcasmo del escritor estadounidense: el aire es una sopa
tóxica que, eso sí, no engorda. Según el último informe de la Agencia
Europea del Medio Ambiente, el 90% de la población urbana europea está
sometida a concentraciones de contaminantes atmosféricos perjudiciales
para la salud. Esos contaminantes van desde partículas en suspensión
(polvo, cenizas, hollín) hasta ozono troposférico y dióxido de
nitrógeno, esa deliciosa ponzoña para los pulmones que sale de los
escapes de los automóviles. Los que saben de aire sucio le atribuyen
entre 400.000 y 500.000 muertes prematuras al año y un coste (sanidad,
horas de trabajo) que puede llegar a cientos de miles de millones de
euros. La situación que describe la agencia es lo suficientemente grave
como para que la Comisión imponga a los municipios una dura disciplina
para limpiar los aires urbanos.
Madrid, Barcelona y España en general se constituyen en ejemplos de
gestión ambiental irresponsable. La Agencia ya advierte que los
españoles son los europeos “peor informados sobre calidad del aire” y
los segundos más convencidos de que sus alcaldes no hacen nada para
reducir la contaminación. Y lo creen con razón. La Comisión Europea ha
apercibido a Madrid, donde en un día malo la atmósfera, más que aire, es
un plato de cuchara, de expedientes y sanciones por rebasar
sistemáticamente los niveles permitidos de dióxido de nitrógeno. Pero el
alcalde anterior y la alcaldesa actual no comparten tales inquietudes.
La pertinaz respuesta es que el aire madrileño “tiende a mejorar”,
aunque tal afirmación sea contraria a la evidencia.
Con el informe en la mano, los alcaldes europeos tendrían que adoptar
diversas medidas, restringir el uso del automóvil e invertir en
transporte público de bajas emisiones. Pero no lo harán; hacen falta
estadistas con mucho arrojo para limitar el abuso del automóvil en las
vías urbanas y controlar de forma mucho más estricta las otras fuentes
contaminantes en la industria y la agricultura.
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