En el hallazgo ha participado el profesor de Ingeniería Química de la Universidad Nacional de Colombia Rodrigo Jiménez
ECOticias.
En el hallazgo participó el profesor de Ingeniería Química de la
Universidad Nacional de Colombia (UN), Rodrigo Jiménez Pizarro, quien
trabajó junto con un grupo de expertos mundiales en un monitoreo aéreo
hecho sobre el Ártico. El profesor Jiménez manifiesta que el proceso
observado podría ser una fuente significativa de metano aún no
contabilizada.
Dice, además, que el metano es un potente gas de efecto invernadero
cuyo incremento está afectando el clima mundial y explica que este, en
términos de calentamiento global es 21 veces más poderoso que el bióxido
de carbono, aunque solo permanece una décima parte del tiempo que este
último en la atmósfera.
El profesor hizo parte del grupo de científicos que desarrolló la
campaña “Hippo” (Hiaper Pole to Pole Observations), el cual realizó
mediciones atmosféricas de polo a polo, a bordo del avión científico
“Hiaper”, del National Center for Atmospheric Research (NCAR), organismo
estatal de Estados Unidos.
Para adentrarse en su análisis y en los resultados del hallazgo, el
profesor Jiménez indica que el cambio climático tiene dos motores
principales: cambios en la composición atmosférica y modificaciones en
la superficie del suelo. Con la deforestación o cambios en la tierra, el
suelo absorbe más radiación; mientras que en el de composición
atmosférica, los jugadores principales son los gases de efecto
invernadero de larga vida (el bióxido de carbono, el metano y el óxido
nitroso).
Entre estos gases, el metano ocupa el segundo lugar en importancia
después del bióxido de carbono. Dos terceras partes del metano son
producidas por actividades del hombre, como la ganadería y una tercera
parte proviene de humedales y pantanos.
Una de las preocupaciones ratificadas hoy está en el Ártico. Según el
profesor, y haciendo la comparación, esta región es al cambio
climático, lo que los canarios son a la pérdida de oxígeno en las minas.
Si el canario se muere, es que se está acabando el oxígeno en el
socavón. Si el Ártico empieza a sufrir, las cosas no van bien desde el
punto de vista climático. “Es un sector muy sensible, porque la
reflectividad más alta de la radiación solar es la de la nieve, y una de
las más bajas es la del agua. Esto quiere decir que cuando el hielo se
derrite, se parte, forma espacios de agua que, a su vez, se calientan
significativamente y derriten el mismo hielo, y así sucesivamente; entre
más hielo se derrite, más se calienta el agua, más hielo se derrite…
como en un círculo vicioso; científicamente es denominado «ciclo de
realimentación positiva»”, aclara.
Explica que, en esos procesos, las especies vegetales que habitan
regiones como la tundra y la taiga están acostumbradas a tomar su
energía en los tres meses de sol que tienen, y después quedan cubiertas
de hielo durante nueve meses. Eso significa que la materia orgánica del
año anterior probablemente sigue allí, sobre hielo. Esto ha sucedido
durante millones de años. “En el Ártico hay una cantidad enorme de
materia orgánica escondida, guardada. Si el Ártico se deshiela, esa
materia quedaría expuesta al oxígeno y se convertirá en CO2 por acción
de bacterias. Con el solo hecho de que haya agua, hay vida anaeróbica,
la que genera metano en su proceso metabólico. Y eso parece que fue lo
que encontramos”, remarca.
Aclara que el hallazgo también pasó diversos controles, entre ellos,
determinar científicamente que no se trataba de fugas en los depósitos
de metano de la zona, como el más grande del mundo, el de Prudhoe Bay,
en Alaska.
Cara y cruz
El experto afirma que podrían existir dos posibles explicaciones para
este hallazgo de emisiones de metano, algo que había sido previsto por
otros científicos. La primera, dice, es menos preocupante. Hay
suficiente carbón en el Océano Ártico Continental, para que formas de
vida anaeróbica generen metano, el cual se acumula y se escapa a través
de fracturas en el hielo.
Pero la segunda posible fuente sí es muy preocupante, y son los
hidratos de metano. “Hay una cantidad enorme de estos debajo del Ártico,
ya sea en el continente o en el mar. Sumados representarían 13 veces el
total del carbono que hay en la atmósfera. Estos hidratos son estables
mientras la temperatura sea muy baja, pero si esta sube, el metano
podría escapar. “Solo Hollywood se atrevería a decir que esa enorme
cantidad de metano escaparía súbitamente a la atmósfera. No obstante,
con una sola pequeña fracción de esa cantidad, estaríamos en problemas
climáticos aún más serios, como una mayor aceleración en el cambio
climático y aumento de temperaturas”, afirma.
Explica que, en la actualidad, la concentración de bióxido de carbono
en la atmósfera en promedio es de 395 partes por millón de carbono. A
las tasas actuales de emisión esa concentración aumenta al 0,5% anual.
Si no hacemos nada esto implicaría un aumento global de temperatura de
casi 4 grados centígrados al final del siglo XXI. Si los procesos de
realimentación positiva se activan, el aumento sería mucho mayor, con
consecuencias nefastas para la vida misma (extinción de especies,
alteraciones climáticas, biológicas, cíclicas, etc.).
Para los hidratos, afirma el profesor Jiménez, también hay círculos
viciosos, o realimentación positiva. Entre más se caliente el mar más
riesgo hay de que se libere metano. Además el aumento esperado del nivel
del mar implica que vía nivel freático los hidratos cercanos a las
costas se calienten y también liberen metano a la atmósfera, con todos
los efectos negativos del caso.
Aclara que el cambio climático es un proceso irreversible en el corto
y mediano plazo y que no hay soluciones técnicas a la vista para el
problema, salvo un gran componente de adaptación y mantener los
esfuerzos de mitigación. “Es como preguntar si hay soluciones técnicas
fáciles para un tsunami”, puntualizó.
Los análisis del grupo fueron publicados en un artículo de la Revista
Nature Geoscience –una de las publicaciones más prestigiosas del mundo
de la ciencia– en su edición del 22 de abril pasado.
“No tenemos explicaciones concluyentes. Para poder hacerlo, hubiese
tocado bajarse del avión y tomar muestras y mediciones en el mar. Solo
adelantamos la investigación a partir de mediciones aéreas”, puntualiza.
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