Una
renovada fiebre del oro tiene a América Latina en jaque: bosques
tropicales devastados en faenas ilegales donde reina la ley del más
fuerte, comunidades locales en pie de guerra contra proyectos de
inversión de las grandes mineras internacionales.
El apetito por el oro y otros metales tiene en auge a la minería
informal, sobre todo en Perú, Colombia y Bolivia, y a la industria
formal en apogeo, con una inversión proyectada de 300.000 millones de
dólares a 2020, según la Sociedad Interamericana de Minería.
No obstante, 162 conflictos mineros han estallado en toda la región
por la oposición de comunidades locales contra proyectos que ven como
una amenaza, en especial por su gran consumo de agua, según el
Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina.
- La minería informal: desastre social y ambiental
La minería ilegal -sobre todo aurífera- se ha cobrado ya centenares
de víctimas y ha depredado miles de hectáreas en la Amazonía, donde se
han instalado extensos campamentos que arrasan con todo a su paso.
Para extraer cada gramo de oro se requieren dos o tres de mercurio,
que es vertido a los ríos en los lavaderos. En busca de agua, las
topadoras arrasan con los bosques tropicales.
En paralelo ocurre un desastre social: miles de niños, mujeres y
hombres son explotados sexual y laboralmente, en precarios campamentos
donde no hay escuelas ni centros de salud y rige la ley del más fuerte.
En Perú, donde entre 110.000 a 150.000 personas se dedican a la
minería ilegal, unos mil niños son explotados sexualmente en la zona de
Madre de Dios, según la ONG Save The Children.
"Aquí hay decenas de prostibares, donde cientos de niñas son llevadas
engañadas en la creencia que van a ganar mucho dinero", dice a la AFP
Teresa Carpio, directora de esta ONG en Perú.
"Es la explotación del ser humano al máximo. Las condiciones de vida
son miserables y están trastocados todos los valores", agregó.
"Si viajas hasta allá es como hacer un viaje al pasado, es como ver
una película del oeste (estadounidense)... un drama sin precedentes",
ilustró.
En esa región, una de las más pobres de Perú, se producen unas 18
toneladas de oro al año, y según estimaciones oficiales, se han
destruido 20.000 hectáreas de bosques tropicales.
En Colombia, miles de personas han vuelto a explotar antiguas minas en los departamentos de Antioquia y Chocó.
En las comunidades indígenas y negras, la participación de niños en
la minería del oro hace parte de sus tradiciones. Se estima que hay
entre 200.000 y 400.000 niños que trabajan hoy en la minería a pequeña
escala, según datos suministrados por Amichocó de Colombia, a la Alianza
por la Minería Responsable (AMR).
En Bolivia unas 10.000 personas viven de la minería del oro,
explotando pequeños depósitos "en condiciones extremadamente severas, de
forma muy precaria y causando un fuerte impacto ambiental", según la
AMR.
-Un nuevo El Dorado para las grandes mineras
El apetito por minerales tiene también a América Latina como una de
las regiones más atractivas para la inversión. El año pasado, captó el
25% de las inversiones en exploración.
Hoy el 45% del cobre sale de América Latina, el 50% de la plata y el
20% del oro, pero si se concretan los proyectos de inversión la región
liderará en 2020 la producción de estos metales.
No obstante, varios proyectos han sido detenidos en Chile, Perú y Argentina.
La aplicación del convenio 169 de la OIT, que exige consultar a las
comunidades sobre alteraciones en sus territorios, es el arma principal
contra proyectos que han sufrido costosos retrasos.
"Los conflictos sociales que están muy presentes en la región, van a
tener y están teniendo impacto en los cronogramas de los proyectos de
inversión", dice a la AFP el economista José de Echave, ex viceministro
del Medio Ambiente en el actual gobierno peruano de Ollanta Humala.
El proyecto Conga, de la estadounidense Newmont y con 4.800 millones
de dólares en inversión, es resistido por la población de Cajamarca
(norte de Perú), que estima que la agricultura de verá perjudicada por
la falta de agua. El proyecto quedó detenido en noviembre.
En la localidad argentina de Famatina, la canadiense Osisko Minning
Corp suspendió su proyecto para instalar una mina de oro a cielo abierto
en el cerro General Belgrano.
En Chile, en tanto, la canadiense Goldcorp paralizó la explotación de
la mina El Morro, en el norte, por no haber consultado al pueblo
indígena que vive en la zona.
"Lo que se pide es que el modelo económico y las actividades
productivas respeten la legislación vigente, que el desarrollo sea
acorde y sostenible con los pueblos que habitan las zonas que se quieren
explotar", explica a la AFP, la abogada Consuelo Labra, de la ONG
Observatorio Ciudadano, que asesora a comunidades indígenas.
Un minero independiente trabaja en el proceso de extracción de oro en
marzo de 2012, al sureste de Asunción en Paraguay. Una renovada fiebre
del oro tiene a América Latina en jaque: bosques tropicales devastados
en faenas ilegales donde reina la ley del más fuerte, comunidades
locales en pie de guerra contra proyectos de inversión de las grandes
mineras internacionales.
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